Cuando a fines de 2015 me encontré a Kalusha en la Isla Gore’e lo noté tranquilo y relajado, a pesar de las pocas palabras que intercambiamos. Zambia había perdido sus tres partidos en la fase de grupos de la Copa Africana de Naciones (CAN) Sub 23 en Senegal y en pocos días el plantel y la delegación –liderada por él como presidente de la Federación Zambiana- emprendería el regreso sin haber obtenido uno de los cupos para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Sin embargo, Kalusha ya había hecho mucho por el fútbol zambiano: desde reconstruir un equipo de las cenizas como capitán hasta darle su única CAN a Zambia como máximo mandatario del fútbol de su país.
Desde fines de los ochenta Kalusha Bwalya o el “Gran Kalu” –como lo apodaban- era uno de los mejores futbolistas del continente. Este mediocampista ofensivo emigró antes de los 20 años al fútbol europeo, militando en la liga belga entre 1985 y 1989 –en el Cercle Brugge KSV- hasta que lo compró el PSV Eindhoven (Holanda). En 1988, la revista France Football lo eligió como el mejor jugador del continente, por sobre el camerunés Roger Milla y el marfileño Youssouf Fofana. En ese mismo año, los Chipolopolos –como se conoce al seleccionado zambiano- habían llamado la atención del fútbol mundial con una goleada en los Juegos Olímpicos de Seúl 4-0 sobre Italia con hat trick de Kalusha. “Nos encontramos con gente que sabía jugar al fútbol, con gran calidad técnica”, sostuvo Mauro Tassotti. “Fue como la ira de Dios. Apenas vimos el balón”, agregó Ciro Ferrara, por entonces defensor del Napoli de Maradona. “Obra de arte del fútbol de Zambia”, decían los relatores africanos. “Zambia sorprendió al fútbol mundial” titularon los diarios.
Con la base de esa gesta que terminó en cuartos de final ante Alemania, Zambia encaró la década del noventa como uno de los seleccionados más poderosos del continente. En la CAN de 1990, que ganó Argelia como local, Zambia terminó tercera y dos años después quedaron afuera en cuartos de final ante Costa de Marfil, que sería el campeón en tierras senegalesas. El siguiente objetivo era Mundial: Estados Unidos 1994.
Zambia pasó con zozobras el Grupo H por sobre Madagascar –por mejor diferencia de gol- lo que provocó el cambio de entrenador: Simon Ndhlovu fue reemplazado por Moses Simwala –con Godfrey Chitalu y Alex Chola como asistentes-. En la ronda final, Zambia debía ser el primero del Grupo B –compartido con Senegal y Marruecos- para estar en un Mundial por primera vez. La revista African Soccer había postulado a los zambianos como los favoritos para quedarse con el pasaje a suelo estadounidense.
Al mismo tiempo, Zambia se encontraba disputando las Eliminatorias para la CAN 1994. En el Grupo 5 había vencido a Mauricio y Sudáfrica en agosto de 1992 y el 11 de abril de 1993 empató sin goles ante Zimbabwe en Lusaka, al tiempo que Chitalu tomó el cargo de entrenador por una enfermedad de Simwala.
El 25 de abril, un triplete de Kelvin Mutale posibilitó un fácil 3-0 sobre Mauricio y dejó a Zambia con un pie y medio en la CAN 1994. En el largo vuelo de regreso a casa, Mutale dio una entrevista a una joven periodista. “Si nos estrellamos, este avión flotaría. Podríamos sobrevivir porque tiene chalecos salvavidas a bordo”, le dijo el goleador de la jornada. “No escribas nada al respecto, es un honor representar a nuestro país y por eso dejamos pasar este tipo de cosas (…) pero si nos estrellamos y ocurre un milagro, dígale a la nación que el Buffalo no es el mejor avión para usar”, agregó el arquero Chabala.
El DHC-5D Buffalo era un avión que las Fuerzas Militares de Zambia habían empezado a utilizar en 1975. Sin embargo, entre fines de diciembre de 1992 y mediados de abril de 1993 estuvo fuera de servicio hasta los vuelos de prueba en la previa de los viajes del seleccionado. “En esa época –sostuvo un dirigente en el documental Eighteam– no era extraño viajar con aviones de la Fuerza Aérea. Ocasionalmente el equipo lo hacía. El gobierno decidía en qué viajaríamos. Los jugadores no estaban muy contentos al tener que viajar en un avión militar. Era ruidoso y volaba muy bajo”.
Kalusha no había viajado con todo el grupo a Dakar para medirse ante Senegal porque lo haría en solitario desde Holanda. El 28 de abril amaneció temprano y se preparaba para salir a correr unos minutos como hacía cada vez que tenía que viajar por la tarde. Pero, cuando sonó el teléfono en su casa de Eindhoven, su salida se vio interrumpida…
-No tienes que viajar todavía a Dakar-, le dijo una voz que no reconocía.
-¿Por qué?-, indagó Kalusha.
-Ha habido un accidente. El equipo viajó pero no ha llegado todavía.
-Pero han contactado con la Embajada o algo…
-Te volveré a contactar e informaré. Todos están bien pero hubo un choque…-, le mintieron a la estrella zambiana.
Kalusha se sentó en el living de su casa sin saber qué hacer. Y de repente en la TV apareció la bandera de Zambia y una mujer hablando: “La selección nacional de Zambia ha fallecido en un accidente aéreo. El avión de la Fuerza Aérea zambiana se estrelló a poco de despegar de Libreville”. La noticia estaba ahí y Kalusha no podía reaccionar.
El avión militar había aterrizado en la capital gabonesa para recargar combustible y seguir camino a la próxima parada que sería en la marfileña Abidjan. El Buffalo llegó al aeropuerto Leon Mba en la noche del 27 de abril y, según el ministro de transporte gabonés, los controles de rutina no presentaron ninguna anomalía. Luego del despegue y de unos minutos en el aire, llegó lo peor. “Se vio un gran destello amarillo, como el sol”, declaró a los medios una joven francesa llamada Francine que observó todo desde su casa en el barrio La Sabliere de Libreville. La falla en uno de los motores o una mala maniobra del piloto habrían provocado el accidente que culminó con los restos del avión en las costas del Océano Atlántico.
Pronto la noticia estalló en los medios locales. Dennis Liwewe -uno de los periodistas deportivos más reconocidos de Zambia- informó el saldo de fallecidos en la televisión: “18 valientes jugadores zambianos, un periodista, cinco dirigentes y cinco oficiales de las Fuerzas Armadas”. “Fue lo peor que nunca le sucedió a Zambia”, recordaría Liwewe años después. Un silencio abrumador se apoderó del país, algo devastador había pasado.
El presidente Frederick Chibula declaró una semana de duelo nacional y se suspendieron los festejos del cumpleaños 69 del ex mandatario Kenneth Kaunda. En vez de volar a Dakar, Kalusha voló a Zambia para participar en el funeral de sus compañeros, de sus amigos. Según cuenta, cuando llegó en el vuelo de repatriación recién cayó en lo que había pasado. No volvería a jugar con sus compañeros. El mismo avión DC8 de Air Zambia, que en 1988 había aterrizado para un recibimiento como héroes por la actuación en los Juegos Olímpicos, traía ahora los cuerpos de sus amigos fallecidos. El multitudinario funeral, repleto de lágrimas, llantos y desolación, fue en el Independence Stadium. “Nunca vi tanta gente. Todos los cuerpos en el terreno de juego me hicieron pensar que no volveríamos a jugar. (…) Se acabó, no habrá más fútbol”, pensó Kalusha.
Poco más de dos meses después del accidente, Zambia debía recibir a Marruecos. Se empezaron a seleccionar a chicos de la calle y se hizo captación de jugadores en el Copperbelt, al norte, y en la región central del país. Francia, Holanda y, sobre todo, Dinamarca, ofrecieron ayuda para la reconstrucción.
El 4 de julio de 1993, en lo que fue el primer partido oficial tras el accidente, Zambia recibió a los marroquíes y se impuso 2-1. Kalusha abrió la cuenta con un tiro libre delicioso. “Si nos miraban detenidamente se podría pensar que jugaba el viejo equipo, porque así de alto fue el nivel futbolístico mostrado. Se ha ido un equipo zambiano, pero otro ha vuelto”, dijo el referente luego del triunfo rodeado de gente feliz e ilusionada.
Siguieron un empate sin goles y una goleada 4-0 sobre Senegal que dejaron a Zambia a un punto de Estados Unidos 1994. En la última fecha, los Chipolopolo visitaron Marruecos y les bastaba con empatar; sin embargo un cabezazo de Laghrissi puso fin al sueño zambiano.
A principios de 1994, el ascenso no se detuvo. Zambia se metió en una final de CAN tras 20 años y solo la Nigeria que empezaría a sorprender en el Mundial pudo con ellos en la final. “Contento de estar vivo y poder jugar estos partidos”, sentenció Kalusha. El hombre que años después levantaría la CAN 2012 en Gabón como presidente y con los ojos al cielo se la dedicaría a sus compañeros caídos.
*NOTA: Artículo publicado originalmente para la Serie 90 de los 90 de The Line Breaker
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