martes, 22 de septiembre de 2020

Un país, una historia: RD Congo

[FIRMA INVITADA/ @La_Okocha] ¿Se imaginan a los hermanos Lukaku abrazados, gritando un gol, ante una multitud enardecida que desborda las tribunas del Estadio de los Mártires, en Kinshasa? ¿o a Steve Mandanda levantando una copa África, envuelto en la bandera de la República Democrática del Congo? ¿o ver a N´Zonzi, Matuidi, Benteke y Batshuayi en fila, emocionados, entonando el Debout Congolais? Estas imágenes, irreales en la actualidad, pudieron darse tranquilamente. Estamos hablando de jugadores de primer nivel, figuras en sus equipos, que están unidos por una historia, un legado, una tierra: los une la República Democrática del Congo. 
Es que RD Congo pudo tener una de las selecciones más potentes de África. Podría ser esa potencia del continente negro que en cada mundial pone en aprietos a más de una selección grande. Podría ser la perla africana. Podría…pero no fue.

Imaginemos un once, con un hilo conductor: todos ellos son jugadores que triunfan en Europa, que representan a una selección europea, incluso que jugaron mundiales y Eurocopas, pero que nacieron en el Congo o tienen padres congoleños. 

Podemos pensar en el arco a Steve Mandanda (nacido en Kinshasa, representa a Francia, jugó dos mundiales y fue campeón del mundo en 2018); una línea de tres con Jason Denayer (representa a Bélgica, juega en el Lyon, su madre es congoleña), Presnel Kimpembe (PSG, campeón con Francia en 2018) y Eliaquim Mangala (hoy en Valencia, eligió representar a Francia, pero sus padres son del Congo). En el medio, Aaron Wan-Bissaka (Manchester United, jugó en la Sub 20 del Congo, pero luego optó por Inglaterra), Steven N´Zonzi y Blaise Matuidi (ambos campeones en el 2018 con Francia, ambos hijos de congoleños) como doble 5, y Jordan Lukaku (Lazio, padres congoleños, rechazó jugar en la selección africana y se decidió por Bélgica). Como enganche, Youri Tielemans (eligió a Bélgica por sobre la patria de sus padres congoleños). La dupla de ataque, el potente Romelu Lukaku (al igual que su hermano, optó representar a Bélgica) y el talentoso Michy Batshuayi (padres congoleños, optó por Bélgica).  

A ese once de gala le podríamos sumar a jugadores importantes como Christian Benteke (Crystal Palace, nacido en Kinshasa pero criado en Bélgica), Tanguy Ndombele (Tottenham, francés pero hijo de congoleños), Dedryck Boyata (Hertha Berlín, hijo de un ex futbolista congoleño) y los jóvenes emergentes como Benoît Badiashile (Mónaco), Christopher Nkunku (Leipzig), Denis Zakaria (juega para Suiza, padre congoleño) y Dodi Lukebakio (jugó un partido para la RD del Congo, pero luego representó a la sub 21 de Bélgica). 

Ese equipo de temer pudo ser el suspiro de muchos fanáticos del fútbol africano. ¿Qué llevó al Congo a perderse de estas estrellas? Aunque la pregunta sería, ¿Qué llevó a estas figuras a elegir otras tierras antes que la de sus ancestros? ¿Por qué tantos congoleños eligieron tierras belgas (sobre todo), francesas y hasta suizas e inglesas, para vivir y que nazcan sus hijos? La respuesta guarda la historia de un país desangrado por la dominación y la explotación europea, destruido por las guerras civiles y continentales. La historia de la República Democrática del Congo es una historia de saqueo, muerte y exilio. 

Congo: prohibido el paso, propiedad privada 
Para explicar rápidamente el exilio y el éxodo de tantos nativos congoleños, y el porqué del nexo con la región atlántica europea, podemos dividir la historia de la actual RD Congo en tres etapas: La era de Leopoldo, la época de la Colonia Belga y finalmente, la etapa de la independencia y los conflictos internos. 

La primera etapa es quizás, la más curiosa, pero también la más sangrienta. Todo un símbolo de la dominación y la vejación europea sobre el resto del mundo, pero principalmente sobre África central.  
Esta era va desde 1870 hasta los primeros años del siglo XX. Y usamos antes la palabra “curioso”, porque la región del Congo fue tomada como propiedad privada a manos del Rey Leopoldo II, monarca de Bélgica. Este hombre, conocedor de la necesidad que tenía su pequeño país europeo de imponerse comercialmente ante sus vecinos más poderosos, comenzó a ver con buenos ojos las tierras poco exploradas del corazón de África. Astuto e inescrupuloso, Leopoldo II contrató al explorador británico Henry Morton Stanley, un aventurero con fama de buen negociador, pero sobre todo de tener tan pocos escrúpulos como su nuevo jefe. Esta dupla logró, para 1884, hacerse dueña de toda la región conocida hasta ese momento como Reino del Kongo. La forma de adueñarse fue tan turbia como sus fines: en base a engaños y estafas a los jefes de las tribus, con contratos elaborados en francés o inglés, lengua desconocidas para los nativos. Aunque tampoco faltó el uso de la fuerza: un ejército belga pagado por Leopoldo acompañaba a Stanley en caso de que los engaños no funcionaran. 

Así fue que Leopoldo consiguió adueñarse de la tierra, a la que llamó, casi irónicamente, Estado Libre de Congo. Y a pesar de que había avanzado sobre estas tierras en nombre del Reino de Bélgica, Leopoldo II se había asegurado de que los contratos firmados cedieran las tierras a su nombre. Sí, Leopoldo II era dueño de un país. 

Bajo una pantalla de filantropía y actos humanitarios, el Rey de Bélgica produjo un genocidio sin precedentes: millones de congoleños fueron esclavizados, miles fueron mutilados como castigo o simplemente como modo de coerción. Otros miles fueron asesinados. ¿El motivo? La producción de marfil y caucho. Con el saqueo de estos productos, Leopoldo II se erigió como uno de los monarcas más ricos del planeta, a la vez que posicionó a Bélgica en el mercado mundial. 

De coto privado a Colonia Belga 
Para fines del siglo XIX, las atrocidades que sucedían en el Congo comenzaron a llamar la atención del mundo. Diferentes organizaciones sociales empezaron a denunciar las matanzas, las mutilaciones y el trabajo esclavo. Bélgica comenzaba a tomar una imagen muy negativa con sus pares europeos. No tanto por los crímenes cometidos, ya que era un rasgo común de la relación de las potencias del viejo continente para con sus colonias. Lo que molestaba en la comunidad europea era el poco disimulo y la ostentación de estos crímenes. 

Leopoldo II cayó en desgracia. Ya no era el filántropo ni el gran conquistador. Ahora era una piedra en el zapato que Bélgica debía sacarse. Así comienza la segunda etapa: la de la Colonia Belga. En 1904, Leopoldo II fue obligado por el parlamento a ceder la propiedad del Congo a nombre del Reino de Bélgica. Formalmente, pasaba a ser colonia. 

Los primeros años de esta nueva vieja colonia fueron iguales de prósperos para Bélgica, pero significaron una disminución en cuanto a los maltratos y las vejaciones. Ya sea por una mayor piedad, ya sea por quitarse de la mirada del mundo, las autoridades belgas a cargo del Estado Libre del Congo cesaron con los castigos y las mutilaciones. Obviamente, la esclavitud y el saqueo continuaron, pero ahora de manera moderada, aunque sea para aparentar humanidad. 

Durante el periodo de dominio colonial, fueron surgiendo diferentes movimientos civiles y políticos, que al ritmo de los movimientos independentistas y socialistas del mundo, empezaban a sacudir los cimientos del dominio europeo. Ruidos de rotas cadenas resonaban por África Central. Se comenzaba a gestar la tercera etapa para el Congo. 
Independencia y guerra entre hermanos
Presionado por la mayoría de los organismos internacionales y sin capacidad de dominar los diferentes movimientos independentistas, Bélgica aceptó finalmente otorgar la soberanía territorial al Estado Libre del Congo. El 30 de junio de 1960 se firmó el acta de independencia y se proclamó este nuevo estado soberano del África. 

Dos de los principales líderes políticos que encabezaron los movimientos de independencia durante la colonia, fueron elegidos como máximas autoridades del primer gobierno auténticamente congoleño: Joseph Kasa-Vubu sería el Presidente y Patrice Lumumba sería el Primer Ministro. 

Todo parecía encaminar a la paz y la autonomía congoleña. Pero la calma duró muy poco. Desde la asunción del nuevo gobierno, comenzaron a reflotar viejas internas, distintos sectores que antes coexistían durante la colonia, empezaron a disputarse el poder del nuevo país. 

Lumumba era la cara de la independencia, de la defensa de los derechos civiles y de la unión panafricana. Eso molestaba mucho a las potencias mundiales, que temían perder influencia y dominio sobre el Congo y toda la región. Un nuevo líder surgía con el apoyo de Bélgica, la Comunidad Europea y los EEUU: Joseph-Désiré Mobutu. 

Mobutu era el Jefe del Ejército Congoleño. Hombre frío, violento y armado. Una figura que siempre disputó el poder con Lumumba. Y era el hombre elegido para que el Congo no se embarcara en una epopeya de soberanía económica. 

El ejército, encabezado por Mobutu, derrocó de su cargo a Patrice Lumumba, al que después de torturar varios días, asesinó el 17 de enero de 1961. Comenzaba la dictadura de Mobutu. 

Si bien ocupó formalmente el cargo de Primer Ministro, Mobutu era el amo y señor del Congo. En 1965, oficialmente asumió el poder central proclamándose Presidente, en unas elecciones poco transparentes, pero que a la postre se convirtieron en el último acto eleccionario que viviría el Congo en casi 32 años. 

Una vez establecido en el poder, Mobutu dio un giro radical, sobre todo en su relación con Bélgica, las potencias europeas y EEUU, que lo habían apoyado para llegar al poder. Lejos de mostrarse como un aliado, comenzó un proceso de nacionalización de muchas industrias y empresas, y a mostrar un discurso y actitudes antiimperialistas y pro africanas. En un contexto donde la mayoría de los países del África eran manejados y explotados por las potencias, Mobutu propiciaba un regreso a las raíces de la cultura africana. 
Para demostrar este panafricanismo, Mobutu tomó dos medidas simbólicas que acompañaron la nacionalización de empresas: primero, llamó a abandonar los nombres con origen colono o mestizo, y tomar los nombres originarios. El mismo pasó a llamarse Mobutu Sese Seko Nkuku Wa Za Banga ("El guerrero todopoderoso que, debido a su resistencia y voluntad inflexible, va a ir de conquista en conquista, dejando el fuego a su paso"). Segundo, en 1971, cambió el nombre del Congo por el de Zaire, que significaba “el río que traga todos los ríos”. Comenzaba los tiempos de la República de Zaire. 

La vida de Zaire bajo la tutela total de Mobutu estuvo marcada por un control absoluto de todas las fuerzas del estado en manos del presidente, la persecución (la mayoría de las veces sangrienta) a los opositores y muchos conflictos externos, dado su mala relación con las potencias, y su acercamiento a otros dictadores africanos y al movimiento de apartheid en Sudáfrica. 

El fin de Mobutu no fue un hecho pacífico. Se dio en el marco de lo que se conoció como la Primera Guerra del Congo. Cercado por los conflictos externos, con el apoyo solo de algunos movimientos armados de algunos países vecinos y de Francia, Mobutu emprendió una batalla contra un frente encabezado por la Alianza de Fuerzas Democráticas para la Liberación del Congo, con Laurent-Désiré Kabila al mando, respaldado por la mayor parte de países africanos y EEUU. El 16 de mayo de 1997, después de casi 7 meses de combate, Mobutu era derrocado y partiría al exilio en Francia, donde moriría en septiembre de ese año. 

Kabila se erigía como presidente de la renombrada “República Democrática del Congo”. Pero la paz duraría solo 15 meses, y la guerra, la muerte y el exilio volverían con mas fuerza. 

El 2 de agosto de 1998 comenzaría la Segunda Guerra del Congo, o como se la conoció, la Gran Guerra del África. Este conflicto, que enfrentaría a 10 países africanos, enfrentados por cuestiones territoriales y económicas, se prolongaría durante casi 5 años, provocando casi 5 millones de muertes y el éxodo de 3,5 millones de personas del Congo. Además, dejó un país devastado, empobrecido y con pocos recursos naturales. 

La muerte, la violencia, las persecuciones políticas e ideológicas, la devastación económica que todo esto produjo, obligó al exilio a millones de familias congoleñas, que encontraron refugio en tierras que antes fueron sus amos, también por la fuerza. Este combo hizo que los amantes del fútbol africano nos perdamos de disfrutar una selección soñada.

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1 comentarios:

Unknown dijo...

Extraordinario relato juntando el fútbol y la política, lo que hay que hacer cuando se habla del fútbol en Africa. Felicitaciones...

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