[Por Diego Martín Yamus] Sudáfrica fue por décadas sinónimo de política, de una mala imagen gracias al solo hecho del inexplicable apartheid, discriminación racial. Pero el fútbol a veces todo lo cura. Y el fútbol, del que nunca se había oído que se hablara allí, curó desde una tarde todas las heridas sudafricanas, no sólo las deportivas. Fue el 7 de julio de 1992 que la selección volvió a competir, y con regalo extra de un triunfo.
El popular deporte existía en el país del sur desde el siglo XIX. Aquel 14 de agosto de 1897, un combinado recibió al Corinthians brasileño en un amistoso en Johannesburgo, que perdió 0-3. Los años que siguieron jugó con el equipo paulista, Inglaterra e Irlanda del Norte otras series de encuentros, casi todos con derrota digna. Fue fundada la Asociación Sudafricana (SAFA) y afiliada a la FIFA. Todo era normal hasta que un nuevo gobierno, el del Partido Nacional, llegó al poder en 1947 y tuvo la nefasta idea de la segregación, que manchó también al fútbol. Había una selección exclusiva para jugadores de raza blanca y otra para los de raza de color o negra, y desde 1959 se creó una liga para unos y otra para otros.
En ese triste marco, Sudáfrica jugó con blancos varios partidos entre 1947 y 1955, mayormente con Australia y Nueva Zelanda, a quienes ganó ampliamente, pero sin participar de algún evento importante. Incluso fue descalificado de la primera Copa Africana de Naciones en 1957 por no querer enviar un equipo multiracial. En 1962 la FIFA lo suspendió hasta que normalizara la situación, al igual que el Comité Olímpico Internacional para los Juegos. Y tras la trágica protesta estudiantil de Soweto en 1976, fue expulsado de ambos círculos. Tan aislado del mundo como en lo político y económico. El líder negro Nelson Mandela, de la agrupación Congreso Nacional Africano (ANC), miraba todo desde su injusta condena en la prisión.
Dios puso su mano sobre el oprimido pueblo. En 1989, el primer ministro Pieter Botha, que continuaba la nefasta política, sufrió una apoplejía y fue reemplazado por Frederik De Klerk. De a poco, éste tomó el gobierno y sentó las bases para la abolición del apartheid y sus consecuencias, entre ellas la liberación de Mandela y otros condenados. Y el fútbol, que seguía a nivel local con aquellos campeonatos distintivos, pudo regresar a competir en África y el mundo. En 1992 fue oficialmente derogado el sistema, y a mitad de año el popular club Kaizer Chiefs era campeón de la NSL, la liga más importante, mientras el Arcadia Shepherds lo era de la antigua NPSL, originada para negros. Y llegó el día soñado ese 7 de julio, cuando la selección de los Bafana-Bafana (muchachos) concretó su primer partido internacional tras 37 años; el último había sido en 1955 un 4-1 a Australia.
Esa tarde en el King's Park de Durban, unas 40.000 personas eran testigos de un hito, el renacer del fútbol sudafricano, hasta allí desconocido bien atrás del rugby, también aislado. El rival era el fuerte Camerún, que venía del gran Mundial en Italia 90 y con la base de esa gesta, encabezada por el aún vigente Roger Milla. Era el primero de una serie de tres encuentros. Con el arbitraje de Jelas Ntebu Masole de Botswana, el técnico local Stanley Tshabalala alineó a estos once debutantes: Mark Anderson; David Nyathi, Lucas Radebe, Steve Komphela, Sam Kambule; Zane Moosa, Donald Khuse, el capitán Neil Tovey, Teophilus "Doctor" Khumalo; Fanny Madida y Philemon Masinga. Sólo Madida (Besiktas de Turquía) y el suplente August Makalakalane (FC Zurich, Suiza) militaban en el exterior.
Enfrente, los Leones Indomables traían su cuarto lugar en la CAN de Senegal y se entendía que eran favoritos para ganar. Pero los nuevos protagonistas dieron la más hermosa sorpresa a su nación. A los 82 minutos, Khumalo marcó de penal el gol del triunfo 1 a 0, un enorme suceso más allá del marcador. Era una victoria de recompensa al sufrimiento, a la memoria de aquellos estudiantes de Soweto, a Mandela y a tantos que soñaban una vida libre y justa. Era un 1 a 0 sobre el apartheid.
Y realmente lo fue. Porque desde ese momento, Sudáfrica volvió a la normalidad en todo, por supuesto en el fútbol. Y fue natural que de a poco llegaron los frutos de la liberación. Tras dos partidos más ante los cameruneses (1-2 y 2-2), en agosto arrancó su participación por primera vez en una eliminatoria, la de la CAN 94 en Túnez, y en octubre la del Mundial para Estados Unidos 94. Logró dos empates geniales en 1995 ante Argentina -video- y Alemania, y en 1996 recibió la Copa Africana, en su primer gran evento en casa. Y como fuera en el 95 con el rugby, la selección se coronó campeona a los ojos de Mandela. En 1997 jugó su primera Copa Confederaciones y arribó a su primer Mundial, el de Francia 98, y en 2002 al de Corea del Sur y Japón. En 2000 entró a los Juegos Olímpicos y se dio el gusto de derrotar al Brasil de Ronaldinho. Y el corolario fue cuando, con la indudable ayuda de Mandela, ganó la sede para el primer Mundial africano en 2010.
Hasta estos días, Sudáfrica es una fuerza respetable en el continente, incluso en clubes (Orlando Pirates y Mamelodi Sundowns campeones de la Champions League) y en el mundo. Se lo debe a esos futbolistas que un día del 92 cerraron las heridas de la locura. Y también, a esos otros héroes que no pisaron una cancha.
0 comentarios:
Publicar un comentario