[Vía Lainformacion.com] En Ghana existe un equipo que se llama Los Enanos Misteriosos (Mysterious Dwarfs) que lleva a gala el nombre de su estadio con capacidad para 15.000 personas. No en vano, el Robert Mensah Stadium recuerda no sólo a la mayor leyenda que nunca salió del club, sino al portero más heterodoxo, misterioso y extraño de la historia del fútbol.
Robert Mensah, gigante negro vestido siempre de negro como el legendario portero ruso Lev Yashin, 'La Araña Negra', encerraba en sí tantas excentricidades y misterios que convertía en un acontecimiento cada salida al campo. Solía enervar a las hinchadas rivales con provocaciones poco sutiles (hacía ostentación de un gran bostezo cuando el equipo rival no atacaba o sacaba un periódico que fingía leer mientras se jugaba), tanto que en 1970, en Liberia, fue atacado por unos proyectiles lanzados desde un fondo que casi se lo llevan por delante.
Pero, sobre todo, lo que infundía era un extraño miedo. La razón, decían, era una gorra blanca que le había legado su abuelo, un brujo, en su lecho de muerte, y que jamás se quitaba debajo de los palos. Decían que con ella hacía vudú. Los rivales, incluso, trataban de arrebatársela durante los partidos. Nadie lo conseguía, porque antes se llevaba una buena serie de puñetazos.
Cuenta la leyenda que en un partido en Kinsasha, en el antiguo Zaire, a su equipo de entonces, el Asante Kotoko, le estaba robando el árbitro a base de bien. Aun así ganaba 1-2, pero al final le pitaron un penalti tan escandaloso que el entrenador del Asante decidió retirar al equipo. Mensah se negó: pararía el penalti. Cuando llegó a la portería, el árbitro le hizo una petición increíble: debía quitarse la gorra. Una muestra más de que, efectivamente, atendía a todo lo que le pedía el equipo rival.
Mensah, un gigante con muy mal carácter, montó en cólera, gritó, amenazó y pataleó; pero, al final, tuvo que quitarse la mágica gorra. Tal era su enfado que se fue hacia el rival que debía lanzar el penalti, lo miró fijamente y caminó hacia la portería haciéndole gestos amenazadores. Tanto le temblaban las piernas al pobre delantero que acabó tirando la pena máxima cinco metros por encima del larguero.
Cuando Mensah estaba en su mejor momento, en 1971 (acababa de ser finalista del premio al mejor jugador africano y contaba con unos 31 ó 32 años, no se sabía muy bien), su proverbial indisciplina le llevó a un bar de mala muerte mientras sus compañeros se concentraban para un importante partido a 300 kilómetros. Tres tipos mal encarados discutieron con él, o quizá Mensah se metió donde no lo llamaban, y el portero acabó con una grave herida producida por una botella rota. Moría en el hospital el dos de noviembre de 1971, hoy hace 40 años.
A su entierro fueron miles de personas. Los que le querían y los que le temían. Fue enterrado con su gorra, la que, decían, su abuelo le había legado para que hiciera vudú a los temblorosos delanteros.
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