viernes, 30 de septiembre de 2011

Lass, la joya guineana del Rayo

[Vía Elpaís.com] Su padre no quería que jugara con los chicos mayores porque le pegaban demasiado. Hasta los 16 años no tuvo equipo. Solo se entrenaba en la playa, cerca de su casa, en Kalum Mankepa (Guinea Conakry), donde nació en 1992. En 2009 llegó el momento de ponerse la camiseta del Touba, el club del pueblo.

Tres años después pisó el césped de un Bernabéu lleno a rebosar. Fue el sábado pasado, cuando el Madrid recibió al Rayo Vallecano, que hoy visita al Racing (18.00, Canal + Liga 2). Lassana Bangoura, Lass para todos, cumplió así su promesa. "¡Papá, algún día jugaré en el Bernabéu!". Se lo dije a mi padre antes de que muriera", recuerda ahora, sonriente y vacilón. Descarado en la cancha. Siempre con la sonrisa dibujada en la cara. Muestra orgulloso un colgante con el dibujo de África. "De Guinea echo de menos los calamares", suelta.

Dejó su país en 2009. Lleva dos años en Madrid y pasó directamente del juvenil del Rayo al primer equipo. Ni pisó los vestuarios del Rayo B. José Ramón Sandoval, el técnico, que le hacía entrenarse de vez en cuando con el primer equipo, le hizo debutar el curso pasado. El Castilla le quiso fichar este verano. Marcelino García Toral también se lo quiso llevar al Sevilla. Le seguía porque jugaba con su hijo, Sergio. Pero Lass se quedó en Vallecas. En septiembre de 2009 el club le invitó a una prueba tras recibir un informe de un agente que le vio con la selección guineana sub 17 en Argelia. "Hace algunos años que seguimos el mercado africano. De Lass nos llamó la atención la velocidad, el descaro y el gol. Es un poco bruto, pero le gusta escuchar a todos", recuerda Juan Pedro Navarro, el director del fútbol base del Rayo. Le ficharon junto a otro guineano que volvió a su casa por problemas disciplinarios. "Tardamos siete meses en hacer todo el papeleo para tramitar la ficha y al chaval había que animarle a diario. Se deprimía porque quería jugar", continúa Navarro. La temporada pasada, en el juvenil, marcó 27 goles en 22 partidos.

Lass juega de extremo derecho. Su padre no lo ha podido ver. Su madre le sigue desde la distancia. Él le envía parte de su sueldo. "Para que pueda pagar el piso y mantener a la familia. Tiene un problema en el corazón y desde que la operaron no ha podido volver a trabajar", cuenta. Habla con ella todos los días antes de ir al entrenamiento. Tiene tres hermanos y una hermana y se hizo cargo de la familia en 2008, cuando falleció su padre. "Mi madre era repartidora de pescado. Dejé de ir a la escuela para ayudarla. Me ponía cajas en la cabeza y llevaba el pescado a las tiendas. Por las tardes me iba al campo de fútbol a ver a los chicos entrenarse. Era el trato que había hecho con mi madre. Soñaba con ser uno de ellos", recuerda. Se ríe, bromea constantemente y se niega a hablar en francés o a pedir ayuda cuando no le salen las palabras en castellano.

Siempre tuvo claro que quería jugar al fútbol. "Quise ser futbolista por Ronaldinho. Veía sus partidos por la tele. Me gustaba mucho su regate, el control de la pelota, pero sobre todo cómo se divertía en el campo. Pensé 'yo también quiero hacer eso", confiesa. Tanto es así que todos los días bajaba a la playa, pegada a su casa. "Un día le escuché decir en una entrevista que sus piernas eran tan fuertes porque hacía mucho entrenamiento en la arena. Empecé a imitarle en eso también", dice. Los técnicos destacan su descaro. De ello se percataron también Marcelo y Cristiano Ronaldo la semana pasada en el Bernabéu. "No tengo miedo. Juego para divertirme. Para mí, es como un entrenamiento más. Siempre fue así desde que empecé con el fútbol sala", asegura.

"Tiene un desparpajo tremendo. Técnicamente, es muy bueno, rápido, con un gran cambio de ritmo. Es trabajador y cumplidor", le define Diego Montoya, su entrenador en el juvenil. Lass no tiene coche. Ni PlayStation en casa. Prefiere la música reggae. Al ritmo de la música juega en el salón con una pelotita. Hasta hace pocos meses vivía en un piso compartido cerca del estadio de Vallecas con otros jugadores de fuera. Iba a entrenarse en metro o en autobus. Tenía a una señora, María José, que hacía las tareas de la casa. No siempre había dinero para pagarla, sobre todo el año pasado, cuando se suspendieron los pagos a la plantilla y al cuerpo técnico. El piso estaba pagado por el club, pero no los extras.

Lass se ha mudado ahora cerca de la ciudad deportiva, vive con un primo y puede ir andando a los entrenamientos. "Hasta he aprendido a planchar", se despide soltando una carcajada.

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