[Por Diego Martín Yamus] El gran TP Mazembe congoleño había puesto a África en lo más alto del Mundial de Clubes, la competencia más grande de la especialidad, al ser segundo del poderoso Inter italiano en 2010 y habiendo eliminado al Internacional brasileño. Parecía poco probable que una hazaña semejante se repitiera en el corto plazo. No sólo se repitió, tres años después, sino que fue aún más inmensa. Fue aquel 2013 el Raja Casablanca de Marruecos, nuevo organizador del torneo, que desde su propia liga llegó como un viento fuerte hasta la finalísima.
Fundado un 20 de marzo de 1949 por nacionalistas marroquíes opuestos a la ocupación francesa de mitad de siglo, el Raja, uno de los grandes del país y del Norte africano, conoció la felicidad recién en los años 80 y 90, cuando empezó a ganar la Botola, la Primera División local, y obtuvo tres Copas (hoy Liga) de Campeones de la CAF en 1989, 1997 y 1999, además de varias Copas del Trono, la competición doméstica de ese tipo. Así tuvo su primer Mundial de Clubes, en 2000, justo en la edición no oficial que entonces la FIFA había creado como una prueba para reemplazar la vieja y gloriosa Intercontinental. Ese enero en las ciudades brasileñas de Sao Paulo y Río de Janeiro integró el Grupo A pero cayó en sus tres encuentros contra el Corinthians local (luego campeón), Al Nasr de Arabia Saudita y el Real Madrid.
Ya oficializado el Mundial, se venía disputando en Japón hasta que la FIFA decidió cambiar de sede y llevarlo primero a Emiratos Arabes Unidos y más tarde a Marruecos, con el agregado de que el vencedor de liga del país anfitrión participaría. El 25 de mayo de 2013, el Raja se coronó campeón marroquí al derrotar 2-1 al Difaa El Jadida y sacar ventaja inapelable al FAR Rabat, a quien le llevó el campeonato por cuatro puntos. El equipo, entonces dirigido por Mhamed Fakhir, se ganaba el derecho al Mundial en diciembre, siendo además el que lo abriera desde la repesca. Sin embargo, a poco del comienzo las cosas se le complicaron. Un mal arranque en la nueva temporada liguera y la caída en la Copa del Trono ante, justamente, el Difaa, hizo que Fakhir fuera cesado y reemplazado por el experimentado tunecino Faouzi Benzarti, que tomó al plantel sólo tres días antes del debut.
En su tierra, ante su ruidosa gente, el verdiblanco debía hacer en esas condiciones un papel decoroso ante las potencias continentales. Todo parecía muy normal cuando el 11 de diciembre inauguró el Mundial en el Grand Stade de Agadir, con una victoria sobre el Auckland City de Nueva Zelanda 2 a 1, aunque fue agónica y esforzada. Mohsine Iajour, su mejor valor, abrió a los 39 minutos, pero el fijiano Krishna igualó a los 63. Cuando el partido iba a la prórroga, apareció el mediocampista Hafidi en el 90 +2 para dar el 2-1 y el pase a los cuartos de final. Que también fueron angustiantes para los locales, cuando el 14 otra vez en Agadir debieron ir al alargue para vencer 2-1 al Monterrey de México. Chtibi puso en ventaja a las Águilas Verdes a los 24 minutos, pero el argentino José María Basanta empató a los 53. Fue el togolés Kouko Guehi quien en el 95 dio al Raja el inesperado y festejado lugar en las semifinales. De la repesca a los cuatro mejores del mundo. Hasta allí, todo estaba dentro de los cálculos previos.
El 18, ahora en el Grand Stade pero de Marrakech, tocaba el Atlético Mineiro, campeón de la Copa Libertadores de América y con el enorme plus de tener al crack Ronaldinho en su once. Sin embargo, el monarca marroquí no se amilanó y tuvo ocasiones en el primer tiempo que el arquero Víctor le negó al capitán y figura Moutaouali. Ronaldinho casi marca por el lado de los de Belo Horizonte. Fue nuevamente Iajour quien movió la red para los suyos en el minuto 51, con buen remate tras asistencia de Chtibi. Cuando todo era del Raja y el segundo estaba cerca, a los 63 Ronaldinho hizo un gran 1-1 de perfecto tiro libre. Atlético fue por más y jugó mejor, pero no defendió bien algún contraataque local. Y a los 84, el central Réver le cometió penal a Iajour que Moutaouali transformó en el desnivel. Los brasileños se desesperaron por un nuevo empate y el centroafricano Vivien Mabide, en el cuarto minuto agregado, liquidó la semifinal y volvió a colocar a África en la cumbre. Un 3-1 contra un club de Brasil, una proeza similar a la del Mazembe tres años antes, era posible. Y como tres años antes, el humilde Raja iba por dar el golpe. Ese mismo 18 de diciembre inolvidable, el otro representante africano, el campeón continental Al Ahly de Egipto, era vapuleado por el Monterrey 5-1 y caía al sexto y anteúltimo puesto.
Raja era el primer club en llegar desde el partido 1 al decisivo. Y nada menos que 37.774 personas poblaron el Grand Stade de Marrakech para verlo en ocasión histórica ante el Bayern Munich alemán, dirigido por Josep "Pep" Guardiola y con superestrellas como Manuel Neuer, Philip Lahm, Thiago Alcántara, Thomas Müller, Tony Kroos, Franck Ribery o Xerdan Shaqiri. Los dueños de casa formaron para la gran tarde con Askri, El Hachimi, Moutaouali, Chtibi, Oulhaj, Hafidi, Iajour, Karrouchi, Benlamalem, Guehi y Erraki. Sin embargo, todo se esfumó en menos de 25 minutos. El poderoso Bayern de la Champions League ante el Chelsea abrumó con fútbol y potencia a su rival y con goles de Dante a los 7' y Thiago Alcántara a los 22' resolvió el encuentro en ese inicio. Benzarti hizo ingresar a Mabide por Chtibi (50'), Soulaimani por Iajour (78') y Kachani por Hafidi (88') y aunque fue netamente superado en la mayor parte del complemento, en el cierre estuvo a punto de un descuento que hubiera sido merecido, pero Neuer se lo negó dos veces a Mabide y Moutaouali tiró por arriba.
Bayern Munich fue el mejor del mundo. Pero el Raja fue aclamado por su gente como otro campeón. Iajour fue galardonado con el Balón de Bronce por detrás de Ribery y Lahm, esos monstruos que seguramente admiró siempre. Días después, el mismísimo rey Mohamed VI recibió al plantel de la epopeya en el Palacio Real de Casablanca, donde los jugadores, el técnico Benzarti y hasta el cesado Fakhir recibieron un premio en reconocimiento a su tarea. El rey además donó tierras para que el club construya instalaciones deportivas para las categorías inferiores. Qué menos debía recibir un Raja Casablanca que, desde la modestia de su liga, alcanzó un lugar entre los grandes de la historia.
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