miércoles, 7 de agosto de 2019

Por amor a la camiseta

La primera etapa de esta historia de amor comenzó en Argentina y terminó en Sudán. “Si tuviera que resumir el inicio de mi gusto por coleccionar camisetas -cuenta Enrique Solorio Garavito desde Guadalajara- tendría que mencionar un diccionario de primaria que empecé a usar a los ocho años. En la mitad de sus páginas tenía unas hojas con una especie de plastificado en las que aparecían las banderas de todos los países. Me llamó mucho la atención y me interesé por las banderas y lo que representa cada una de ellas. Más de grande trasladé eso al fútbol y me centré en los uniformes que representan una bandera y un país”. 
Originario de Obregón, en el noroeste mexicano, Enrique recuerda aquel diccionario como pequeño y de bolsillo. Gracias a ese diccionario, fue que empezó a imaginar su colección de camisetas de fútbol. O jerseys, como le dicen en su país. “Primero me centré en las camisetas de los países campeones del mundo. Después subí la apuesta y busqué tener al menos un jersey de cada uno de los seleccionados afiliados a FIFA. No pensé que fuera tan difícil ni tampoco dimensioné si lo podría lograr o no”, agrega. 

La camiseta que dio inicio a este amor fue la de Argentina, en 1998. “Siempre me han llamado la atención los pesos pesados de América: Argentina y Brasil. La primera camiseta que tuve fue la de Argentina 1998, con Batistuta, Ortega, el Cholo, el Mono Burgos. Un equipazo”, recuerda sobre ese equipo que vistió indumentaria Adidas en el Mundial de Francia. 

El tiempo pasó y Enrique se dio cuenta que de algunos países sería muy complicado conseguir el jersey. La colección se fue haciendo cada vez más grande, siempre con la premisa de no repetir ningún país -salvo que fuera algún regalo-. En este camino conoció muchísima gente e hizo amistad con otros coleccionistas con los que se apoyan mutuamente de forma incondicional. “Esto lo logré con mucho amor y es como con los hijos. No tengo una que quiera más que otra. Cada una es parte de un todo”, afirma Enrique vía WhatsApp desde Jalisco (Guadalajara), donde reside desde hace doce años. 

Las camisetas de Portugal, Japón, Camerún, Estados Unidos siguieron acrecentando la colección de Enrique. Mercado Libre (México), E-Bay y algunos foros de coleccionistas fueron la fuente para que este mexicano viera como día a día el número de camisetas iba subiendo y las cajas en que las guarda también.
En 2011, Guadalajara fue una de las sedes del Mundial Sub 17 que albergó México. Para aquel entonces, una de las camisetas que faltaba en la colección de Enrique era la de Burkina Faso. “Me contacté con algunos jugadores por Facebook. Les escribí mensajes, les expliqué, les mostré mi colección haciéndoles saber que me interesaba intercambiar camisetas con ellos. Me contestó un jugador y un brasileño del cuerpo técnico. Tuve la suerte de que a los burkineses les tocara Guadalajara como sede, porque es una camiseta difícil de conseguir. Así fue que me lancé al estadio con un par de camisetas de México. Llegué temprano y me pude ubicar detrás del banco de suplentes. Saludé al arquero y me saludó. Con un inglés raro de ambos lados, y con un teléfono inteligente como traductor, pude entender en qué hotel se alojaban. Burkina perdió 2-0 con Ecuador y quedó eliminado. Me quedé sin saber qué hacer hasta que me fui al hotel, sin importar que me iba a perder Brasil-Costa de Marfil -el otro partido del día-”, relata Solorio Garavito sobre una de las anécdotas que más le quedó marcada en este largo camino. 

Cuando el plantel burkinés llegó al hotel, para Enrique eran todos iguales: morenos, altos, delgados. No pudo ubicar al arquero con el que había acordado. El cuerpo técnico no llegaba y él seguía esperando en el lobby del hotel. La espera se hacía larga y levantaba sospechas. Se acercaron un par de señoras y le preguntaron que hacía allí. Les explicó la situación y le dijeron que eran personal de policía encubiertos pero que podrían ayudarlo. Se comunicaron con colegas en el estadio y le informaron que hacía poco había salido el cuerpo técnico hacia el hotel. “Salieron tres jugadores y reactivé la búsqueda. Aparecieron dos camisetas que intercambiamos pero tenían demasiado olor. El olor persistió a pesar de una gran cantidad de lavadas”, cuenta Enrique entre risas. Todo sea por el amor a las camisetas y a la colección que cada año crecía más y más. Al final también llegó el cuerpo técnico y el brasileño le dio otra camiseta y una chamarra -campera-. Valió la pena y fue un día con seis horas felizmente ocupadas en conseguir tres camisetas de Burkina Faso. Se quedó con una e intercambió las otras con un escocés y un alemán, ambos coleccionistas. 

Finalmente, después de diecisiete años de haber adquirido su primer jersey, este año consiguió la camiseta del país 211: Sudán. “Fue el mismo entrenador de la selección –el croata Zdravko Logarusic- quien me gestionó la última camiseta que conseguí. Tuve que golpear muchas puertas para obtener su número de WhatsApp. Le expuse mi caso y le dije que era la única pieza que le faltaba a mi rompecabezas. Por cinco meses estuve insistiendo hasta que se dio la oportunidad y pudo hacerse el tiempo para enviármela. Solamente me cobró el gasto de envío. Cada jersey tiene su historia y vale la pena. Ya está el mapa completo”, concluye un emocionado Enrique. 

Pero como hay amores que son eternos, la cosa sigue. Ahora, Solorio Garavito piensa continuar con esta pasión y este amor por las camisetas pero en otro deporte. Como en su ciudad de origen se practica más beisbol que fútbol irá por eso. “Más tranquilo que con la anterior pero empezaré a coleccionar jerseys de beisbol. Ya tengo las de Corea, Canadá y México y pienso coleccionar la de todos los países que han participado de Mundial de Beisbol”, cierra Enrique Solorio Garavito. Un largo recorrido por amor a la camiseta.

*Nota trabajada en el Curso dictado por Andrés Burgo en Espacio El Movimiento
*FOTOS tomadas del Facebook del protagonista de la historia

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