[Daniel Olivares en Ideal.es] En Ouakam, una pequeña aldea de pescadores ubicada en los suburbios de Dakar (Senegal), los niños aprender a jugar al fútbol descalzos, en la fina arena de sus playas. Allí, en la plaza de este pueblo situado a quince minutos en coche de la capital senegalesa, fue donde Pape Malickou Diakhaté dio sus primeras patadas a un balón. «Cortábamos leña para hacer las porterías, o usábamos piedras de gran tamaño», recuerda Diakhaté. «Teníamos balones, pero no zapatillas, que eran un privilegio de ricos. Afortunadamente, las calles de nuestro pueblo estaban cubiertas de arena fina por la cercanía del mar», añade el central del Granada en la biografía que su primer equipo, el USOuakam, conserva en su página web como homenaje a uno de los mejores futbolistas que salió del club.
Pape Diakhaté no olvida que un día soñó con tener unas botas como las que calzaban sus ídolos. Por eso, desde que la vida le empezó a sonreír como profesional, envía a su pueblo pares de zapatillas, para que los niños de su pueblo dejen de jugar en aquellas calles descalzos, como hizo él en su infancia. Aquellas condiciones precarias no fueron un impedimento para que Malickou, como le apodaron sus parientes siendo niño, cumpliera un sueño: ser futbolista profesional, dar el salto a Europa y alcanzar la internacionalidad.
En Ouakam empezó a forjar su carácter ganador, el que le llevó a afirmar en su etapa en el Olimpique de Lyon que él no había nacido «para ser segundo» sino «para ganar» cuando perdió la titularidad. Pape era el pequeño de una familia de catorce hijos. Su padre, Mouhamadou, era policía en Rufisque, a casi una hora del hogar. La madre, Arame, empleada de la limpieza en la base militar de Ouakam, tuvo dos hijos con aquel antiguo profesional de la lucha africana, el propio Pape y su hermana mayor, Seynabou Diakhaté. Creció en la casa de su abuela, Diama, acompañado de su hermana, su madre, una tía y un tío, aunque también contó con la atención de siete hermanastros y cinco hermanastros. El hoy defensa rojiblanco era el protegido de aquella extensa familia. Y por eso, hoy, en la cima del fútbol, no olvida su origen humilde.
Su hermanastro Malick N'Diaye y sus primos Moussa y Omar le contagiaron el amor por el fútbol cuando les acompañaba a los entrenamientos de la Union Sportive Ouakamoise. Mientras ellos entrenaban, el pequeño Pape permanecía detrás de la red de una de las porterías jugando sólo con un viejo balón. Descalzo sobre la arena, como siempre, mientras soñaba con ser como Maradona o como Paolo Maldini y sus primos le llevaban las naranjas que recibían los jugadores en el descanso en los días de partido.
Impetuoso e impulsivoCon cinco años entró a formar parte de la escuela de fútbol de Aliou Camara. En el campo de fútbol de Mamelles inició su carrera como defensa carrilero, aunque con el tiempo acabaría en la posición con la que triunfaría posteriormente, defensa central. Bajo las órdenes de Camara aprendió a canalizar su impetuosa energía y a templar su carácter impulsivo, al tiempo que su mentor le animaba a estudiar para aprender a leer, escribir y a manejarse en inglés.
A través de las imágenes que le llegaban del canal de televisión Horizon de la Liga francesa, Diakhaté se imaginaba dando el salto al fútbol europeo. Por entonces no sabía que su destino, años más tarde, sería el AS Nancy de Lorraine. Antes, con catorce años, pasaría a formar parte de su primer club, el USOuakam, uno de los más famosos de Senegal y el que le abriría con el tiempo las puertas del fútbol profesional.
Pese a las penurias del fútbol africano, algunas cosas no diferían mucho de las que se podían ver en cualquier cancha de un colegio español. «Alguna vez pasó que, durante el entrenamiento, vinieron jugadores mayores y nos echaron del campo para jugar ellos», explica Diakhaté. Con jornadas en las que a veces jugaban un partido por la mañana y otro por la tarde, hacerlo en un campo de hierba era todo un evento para él y sus compañeros. «La primera vez que jugué en un campo de césped fue en una base militar francesa. Yo tendría siete u ocho años y el campo tenía poca hierba, suficiente como para enseñármela. No teníamos un calzado adecuado, pero eso no impidió que ganáramos el partido a pesar de sufrir varios resbalones», rememora el central del Granada.
Al año de ingresar en el US Ouakam, con 15 años, el Ajax de Amsterdam quiso reclutarlo para su 'cantera'. Su madre, Arame, que había enviudado por aquel tiempo, se negó a que su hijo se marchase a Holanda. Un año más tarde sería el Nancy el que echaría sus redes sobre él. La presión de su propio hijo y de sus sobrinos convenció a la madre. Y Pape dio el paso más importante de su vida para llegar a Europa sin olvidar que un día jugó al fútbol descalzo.
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