sábado, 5 de octubre de 2013

La joven gacela etíope del Sevilla

[Manuel Conradi en Cuenta con la Cantera] Biniyam González Ortega está acostumbrado a viajar. Cuando era muy pequeño, apenas seis años, en 2007, dejó el país donde había nacido, Etiopía, para viajar a España donde había sido adoptado por una familia de Estepona. Dejaba así una tierra tan fascinante como terrible, llena de templos, naturaleza e historia pero también plagada de hambrunas, guerras y enfermedades que lo dejaron lleno de huérfanos (no me resisto, aunque sea salirse un poco del tema, mencionar el precioso proyecto que el sacerdote vasco Ángel Olarán tiene en Wukro, donde miles de chavales que han perdido a sus padres se autogestionan dentro de la comunidad) para encontrar un nuevo futuro en una cultura totalmente distinta.

Debió resultarle difícil, pero tenía tantas ganas de aprovechar su oportunidad que a los tres meses de estar en su nuevo hogar, recuerda su padre Juan Miguel, ya se manejaba muy bien en español, y pasado un tiempo ni siquiera recordaba el amhárico. Se adaptó muy bien asimismo a otras costumbres patrias, en particular el fútbol, en el que demostró maneras inmediatamente y pronto empezó a destacar en las categorías inferiores del Estepona.
Ya entonces destacaba por su físico. Bini, recuerda su padre, siempre fue un niño grande. Cuando llegó, con seis años, medía 1.21 metros, pero desde entonces no ha parado de crecer. En la actualidad, con doce, mide ya 1.74, es decir, que ha crecido casi nueve centímetros por año. Le han hecho una radiografía de huesos y auguran que puede superar el 1.90 de estatura. Y, para los suspicaces, confirmó que sí, que tiene la edad que le adjudican legalmente, o incluso en todo caso los huesos indican que es seis meses más joven, asegura Juan Miguel.

Su potencia y capacidad goleadora no pasaron inadvertidas a los ojeadores y en junio de 2011 pasó a formar parte del Sevilla FC. Y comenzaron los viajes, tres por semana, desde Estepona a Montequinto (unos 1.200 kilómetros semanales) para entrenar. Un sacrificio para el chaval y la familia compensado por la gran ilusión de Bini. La primera temporada se turnaba Juan Miguel y su mujer y madre de Biniyan, Manoli, para llevarle a Sevilla. Luego han encontrado relevos con las familias de compañeros de equipo que viven en la zona como Lolo (antes en alevines), Alex Guti y Juanito (este año en infantiles).

El esfuerzo está dando su recompensa. El crecimiento futbolístico de Biniyam está siendo exponencial. Y eso que al principio había dudas sobre su potencial, sobre si su superioridad era más una cuestión de físico que de calidad, o también por la irregularidad en su rendimiento incluso dentro de sus partidos. Pero, día a día, está disipando con su juego cualquier sombra.

La pasada campaña ya fue importantísima para él, la de una gran eclosión que le convirtió en fundamental para su equipo, el primer conjunto alevín sevillista, y también en un pilar de la selección andaluza que fue subcampeona de España de selecciones autonómicas, con él como máximo goleador. Su actuación en la final del Campeonato de Andalucía, en la que marcó tres goles en la segunda parte para una gran remontada ante un magnífico Málaga que se había adelantado 0-3, fue memorable, pero no menos que la del prestigioso torneo de Umbrete, en el que, si no hubiera estado lesionado, la historia de la final ante el todopoderoso Barcelona de Ansupodía haber sido muy diferente.

Bini tenía gol, tenía potencia, tenía un buen tiro, tenía desborde, sabía pasar, era clave para su equipo… pero aún daba la impresión de no explotar del todo sus cualidades. El campo de fútbol a siete parecía quedársele corto y a veces daba la impresión de maniobrar con el freno de mano echado. Jugar contra contrarios a los que sacaba una cabeza le hacía aparentar más torpón de lo que era. En el campo, a veces, parecía quedarse fuera del partido, lo que explica su padre porque Bini “es muy emotivo, le cuesta controlar las emociones, y eso le hace a veces perderse”.

Pero lo que le faltaba a Bini se ha producido. Dicen que a menudo hay jugadores que juegan mejor en una categoría superior. Desde luego, eso es lo que está pasando a Bini, porque tras finalizar la etapa alevín esta temporada lo han adelantado un año y lo cierto es que está jugando a un nivel muy alto, mejor incluso de lo que se esperaba de él. Bini ya no es de los más grandes, aunque sí lo suficientemente fuerte y alto para competir, pero ya no es todo potencia, que la tiene: también hay calidad.

Jugando como extremo derecha (su posición más habitual), delantero o centrocampista, Bini lo está haciendo casi todo bien, con mucho sentido. Desborda y tiene la tranquilidad de mirar antes de centrar, se planta delante del portero y define sin miedo. Sigue siendo capaz de hacer la jugada individual, pero ahora busca más a sus compañeros para combinar, teniendo en cuenta que ahora está en un equipo con futbolistas lógicamente más hechos y de una importante calidad técnica como son los Juanma Bernal, Lara, Quique, Alex Guti, Ramón, Ruso, Guille Solís, etc, etc. No en vano, ahí está el gran inicio de temporada del equipo que dirige Antonio Pérez Leyva.

Todo eso, combinado con una gran velocidad, ahora sin freno alguno y con terreno por delante que le hace dejar atrás a sus rivales con gran facilidad. Y ya no es cuestión de que sea más alto o supuestamente mayor, sino la calidad de una fibra muscular que comparte de origen con gente que ha hecho historia del deporte como Bikila, Gbrselassie o Bekele. Quizás él haga un día historia en el balompié. Para ello trabaja este andaluz venido de Etiopía que crece por días en el Sevilla.

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