miércoles, 8 de enero de 2014

Nigeria: el vuelo de Las Aguilas Verdes

[Waldemar Iglesias para Diario Clarín] Vincent Enyeama ya atajaba en el seleccionado cuando aún no había cumplido los veinte años. Entonces, tan joven, hasta se dio un lujo que lo mostró ante todos: en su debut en la Copa del Mundo se destacó en el encuentro frente a Inglaterra, en 2002. No le hicieron goles. Y muchos de los cazadores de talentos preguntaron por él. Pero igual siguió defendiendo el arco del Enyimba, de la Nigeria de su nacimiento. Europa llegaría más tarde en su recorrido. Hoy, Enyeama es el capitán de Las Aguilas Verdes y un símbolo histórico del equipo nacional. También resulta un espejo del fútbol en su país, ese concepto que se hereda: crecer, a pesar de todo.

Enyeama se crió entre los dolores y la escasez que ofrecía Kaduna, una de las principales ciudades del país más poblado de Africa. El periodista argentino Miguel Bossio, enviado al Mundial Sub 20 de 1999, contó desde allí sus primeras impresiones del territorio en cuestión: "Antes de partir el jueves desde Buenos Aires se presumía que éste no era un viaje al paraíso. Además de las siete vacunas y de todas las recomendaciones sobre no frutas y verduras, no hielo, no lavarse los dientes con agua de la canilla, las noticias eran poco alentadoras: resabios de dictaduras e inseguridad en la calle. (...) Lo cierto fue que, tras tocar Londres, atravesar el cielo del Sahara y hacer una noche en Lagos, ayer apareció Kaduna. De por medio hubo teléfonos realmente indomables, calor infernal, taxistas que espantaron a maleteros, policías que espantaron a ventajeros taxistas y amabilísimos voluntarios del torneo que espantaron policías". Tiempo después, ya en la despedida de la ciudad, Bossio confesó su añoranza. Ya había aprendido a querer a la Kaduna de la pobreza a cada paso, de las vacas flacas en las esquinas y de la violencia omnipresente de los encargados de la seguridad.

Enyeama es, además, un reciente conocido de los argentinos. En el último enfrentamiento, en la primera rueda de la última Copa del Mundo, fue elegido como la figura de la cancha por la FIFA. Esa vez, en el Ellis Park de Johannesburgo, pudo contra un Lionel Messi estelar. Hizo imperfecta una actuación perfecta del crack del Barcelona. No lo dejó convertir. Hasta el rosarino inmenso lucía asombrado tras semejante rendimiento. Sólo hubo una grieta. Pero no fue su estricta culpa ese corner enviado por Juan Sebastián Verón y transformado en gol por la palomita de Gabriel Heinze. Enyeama brindó más en ese 2010: al partido siguiente, incluso a pesar de la derrota frente a Grecia por 2-1, volvió a ser señalado como el mejor futbolista del encuentro. Ahora, el arquero que se destaca en el Lille y que el último año estuvo a préstamo en el Maccabi Tel Aviv va por más. Viene de un 2013 a puro éxito: fue campeón en la Liga de Israel, ganó la Copa de Africa, fue elegido como el mejor arquero de la competición continental y capitaneó a Nigeria a su quinta clasificación a una Copa del Mundo.

No nacieron en lugares muy distintos las otras caras visibles de este seleccionado, el primero de su continente en acceder a Brasil 2014. En Lagos, en Jos o en la capital Abuja no aparecen escenarios menos traumáticos a los que Kaduna le ofreció a Enyeama. No es casualidad: Nigeria ocupa el puesto 153 entre 186 países en Indice de Desarrollo Humano y no les puede dar de comer a muchos de sus niños. Entre otros, lo saben por experiencia Obi Mikel (con más de 200 partidos en el Chelsea), Victor Moses (ahora en el Liverpool) y Victor Obinna (delantero del Lokomotiv Moscú, a préstamo del West Ham; ex Inter de Milán). Ellos conocen el contraste a la perfección: el barro y las canchas sin arcos firmes de Africa; los estadios con todas las comodidades imaginables y los sueldos obscenos de las Ligas de elite.
Ellos tres son también las caras del fenómeno inverso: la mayoría de los africanos con sueños de fútbol se quedan en el camino. Para cada uno de estos jugadores destacados la pelota resultó una oportunidad tanto o más grande que aquellos deseos que no les cabían en sus cuerpos breves. Jugar bien fue el camino que los trasladó a la deseada Europa. Lo muestra, con la crudeza de las historias que lastiman, la película Catorce kilómetros. Allí se retrata lo que habitualmente sucede en los rincones profundos de Africa: chicos que caminan la adolescencia deben recorrer el Sahara con sus pies y con su alma entera en nombre de llegar a esas pateras que invitan a la fantasía de acceder al Viejo Continente. Ese es el principio. Después llegan los representantes y, frecuentemente, las restricciones por falta de documentación. Poco más tarde deben jugar a la altura de la necesidad de los que aportan billetes para no ser deportados. O para no terminar refugiados en un equipo de amateurs. Enyeama, Godfrey Oboabona, Uwa Echiekile, Efe Ambrose, Ahmed Musa, Brown Ideye, Emmanuel Emenike -foto-, Mikel, Moses, Ogenvi Onazi y Kenneth Omeruo, los once titulares del día de la clasificación (en noviembre, con el 2-0 ante Etiopía, en Calabar), tuvieron suerte: ya llegaron a Europa.

Con ellos, Nigeria accedió a la Copa del Mundo sin derrotas en las Eliminatorias: ganó cinco encuentros y empató tres. Un par de datos define una de sus fortalezas: apenas recibió cuatro tantos y jamás le marcaron más de un tanto. Otro detalle cuenta su poderío: este año obtuvo sin derrotas la Copa de Africa, por tercera vez en la historia. De todos modos, la participación en la Copa de las Confederaciones 2013 obliga a dudar de sus posibilidades ante los gigantes: cayó 2-1 frente a Uruguay, España lo goleó 3-0 y se quedó afuera en la primera ronda. No sólo eso: Nigeria parece preso de un síndrome que creó, el de las promesas rotas. Habitual dominador en categorías juveniles (el año pasado, por ejemplo, se consagró campeón mundial Sub 17), arriba a la máxima competición con impronta de perpetua revelación e invariablemente tropieza. Lo indican los antecedentes: nunca pasó los octavos de final y en sus últimas dos participaciones (en 2002 y en 2010) se quedó varado en la primera fase.

El periodista Francisco Jáuregui, especialista en cuestiones africanas vinculadas al fútbol y creador del sitio Sporting Africa, explica -ante la consulta de este espacio otra de las claves del buen momento del seleccionado que se viste de verde: "Para este resurgimiento de Nigeria, que había pasado a un segundo plano dentro del continente africano -del 2002 a esta parte-, mucho tuvo que ver su entrenador: el polémico Stephen Keshi. Con personalidad supo dejar afuera a emblemas como Yobo y Odemwingie y le dio preponderancia al grupo por sobre los nombres. Ya no están más Kanu, Okocha, Amunike o Amokachi (ahora asistente de Keshi) y hoy el punto fuerte es un plantel que viene trabajando junto desde hace tiempo y en el que destacan el arquero Enyeama, Mikel y el goleador Emenike, entre otros". Aunque en el escalafón continental lo ubica un escalón detrás de Ghana y de Costa de Marfil, Jáuregui entiende que esta vez la clasificación a octavos es un horizonte factible. Para que el nuevo vuelo de Las Aguilas Verdes lo festejen en Kaduna y en cada rincón donde en Nigeria se sueña fútbol. A pesar de todo.

1 comentarios:

RAEQ dijo...

hola mi nombre es Ricardo somos tres los fundador de mi equipo futbol club aguilas verdes este equipo se llamo anteriormente varios años despues se llama club deportivo aguilas verdes son
floro erazo jose erazo ricardo erazo fundada el 8 de febrero de 1988 en microfutbol

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