[Vía Fifa.com] En abril de 1993, el fútbol zambio vivía un momento de auténtica ebullición tras un lustro en el que su selección nacional había salido del ostracismo futbolístico para llenar de ilusión y orgullo al pueblo de este país del sur de África.
En el Torneo Olímpico de Fútbol Seúl 1988, Zambia ganó el Grupo B tras arrollar por 4-0 a una selección de Italia en la que jugaban futbolistas de la categoría de Ciro Ferrara, Luigi de Agostini y Andrea Carnevale. Tres de los cuatro tantos de aquella apabullante goleada fueron obra de Kalusha Bwalya, que aquel mismo año fue elegido Mejor Jugador de África por delante de figuras de la talla de Roger Milla, Rabah Madjer y George Weah. Además, la selección Zambia, conocida popularmente como los Chipolopolo (balas cobrizas, en español), fue tercera en la Copa Africana de Naciones de 1990 y logró los puestos primero y tercero en las dos ediciones anteriores de la Copa de la CECAFA.
Los clubes zambianos también destacaban por aquel entonces. En 1990, el Nkana fue finalista de la Copa de Campeones de África (la competición precursora de la Liga de Campeones de la CAF), mientras que el Power Dynamos ganó la Recopa Africana el año siguiente.
Un entusiasmo desbordante
La pasión por el fútbol se había desatado en Zambia y todo el país estaba convencido de que los Chipolopolo exhibirían su categoría en el mayor escaparate del fútbol mundial: la Copa Mundial de la FIFA Estados Unidos 1994. Tras quedar primero de su grupo en la primera fase, Zambia se había clasificado para la última ronda de las eliminatorias africanas. Sólo le quedaba un paso para asegurar su presencia en la cita norteamericana: lograr el primer puesto en un grupo de tres selecciones en el que estaban también Marruecos y Senegal. El combinado senegalés esperaba en Dakar en la primera jornada de la última ronda. Contagiados por el optimismo generalizado de sus compatriotas y en medio de un clima de alegría, el seleccionador Godfrey Chitaly, el cuerpo técnico y el plantel de jugadores se subieron en Lusaka al avión, un DHC-5D Buffalo. Era el 27 de abril de 1993.
El equipo estaba listo para continuar escribiendo un cuento de hadas que les habría llevado del anonimato a la Copa Mundial de la FIFA. Sin embargo, el destino les tenía reservado otro final inexplicablemente trágico. Poco después de realizar su segunda escala en Libreville (Gabón), la aeronave se precipitó al mar en aguas del Océano Atlántico. Los 30 pasajeros del vuelo, incluidos los 25 integrantes del plantel y el cuerpo técnico de la selección zambia, perecieron en el accidente.
“No hay palabras para describir el devastador dolor que sentimos”, recuerda Kalusha, que salvó la vida, junto con su compañero Charles Musonda, porque sus compromisos con el PSV Eindhoven y el Anderlecht, respectivamente, les obligaron a viajar por su cuenta a la capital senegalesa. “Nuestra gente no paraba de llorar. Había tanta esperanza, tanta ilusión... Y todo acabó de la forma más horrible y desgarradora”, rememora.
Resurgir de entre el dolor
El mundo esperaba que Zambia se retirase de la competición preliminar de Estados Unidos 1994, pero Kalusha, toda una inspiración para sus compatriotas, tenía otros planes. El centrocampista ayudó a construir un nuevo equipo que compensaba con ganas la experiencia que le faltaba. Poco más de cinco semanas después de la tragedia de Libreville, Kalusha y Johnson Bwalya marcaron los goles que permitieron a Zambia imponerse por 2-1 a la poderosa selección de Marruecos en su primer partido en el Grupo B. Los más de 50.000 espectadores que acudieron aquella noche al Estadio de la Independencia apenas pudieron contener las lágrimas.
“Fue un día tremendamente emotivo”, recuerda Kalusha. “Llevábamos en el corazón a los amigos que habíamos perdido en el accidente y el gran partido que jugamos fue un homenaje a todos ellos”.
Zambia empató a domicilio con Senegal y posteriormente derrotó por un claro 4-0 en casa a esta selección. El combinado zambiano solo necesitaba sumar un punto en Marruecos para conseguir la que probablemente habría sido la clasificación más meritoria de la historia de la Copa Mundial de la FIFA. Los Chipolopolo estuvieron clasificados durante más de una hora, pero un gol de Abdeslam Laghrissi en el minuto 62 acabó con el sueño zambiano y selló el billete de la escuadra marroquí para Estados Unidos 1994.
La CAN, fuente de orgullo
En abril de 1994, cuando faltaban solo dos meses para el inicio de la cita norteamericana, Kalusha y sus jóvenes compañeros volvieron a llenar de orgullo a su país. Contra todo pronóstico, Zambia alcanzó la final de la Copa Africana de Naciones que se disputó en Túnez. Nadie daba un duro por el conjunto zambiano frente a la Nigeria de Sunday Oliseh, Jay Jay Okocha, Finidi George, Emmanuel Amuneke, Daniel Amokachi, Victor Ikpeba, Rashidi Yekini y compañía, pero los Chipolopolo se adelantaron en el marcador a los tres minutos de partido con un gol de Elijah Litana. Aunque las Súper Águilas acabaron remontando con dos goles de Amuneke y llevándose el título, los heroicos zambios se ganaron el corazón de los aficionados de todo el mundo al llegar tan lejos después de una tragedia de semejantes proporciones como la acontecida en Libreville.
Años más tarde, el destino quiso que el escenario de la mayor catástrofe de la historia del fútbol zambio se convirtiese también en el escenario de su mayor triunfo. En 2012, tras un nuevo período de ostracismo futbolístico, Zambia ganó la Copa Africana de Naciones en la capital gabonesa. Como no podía ser de otra forma, el título se dedicó a las 30 personas que perdieron la vida aquel fatídico 27 de abril de 1993, una fecha que el mundo del fútbol nunca olvidará.
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