Con ese corazón amoroso por su patria, Samuel cumplió siendo parte en 1988 del equipo subcampeón de la Copa Africana de Naciones de Marruecos y de los Juegos Olímpicos de Seúl. Para ese tiempo se marchó del Ulm al K-Berchem de Bélgica, donde nada le impedía mostrar sus cualidades. Ni siquiera un estudio que había revelado un agrandamiento del corazón que le provocaba alta presión en la sangre.
En 1989 formó parte de las Águilas que intentaban volar hacia su primera Copa del Mundo. Nigeria venía bien ubicado en el Grupo C tras victorias sobre Gabón y Camerún, un empate de visita en Angola y una inesperada derrota en suelo gabonés. El 12 de agosto, las Súper Águilas recibía a los angoleños en el reabierto estadio Nacional de la antigua capital Lagos. Lo que tendría que ser una jornada de fiesta fue de dolor ya desde antes, cuando el recinto se colmó con alrededor de 100.000 personas, hubo aglomeraciones, empujones, corridas y cinco fallecidos. El encuentro se jugó y el local ganaba 1 a 0 con gol de otro inolvidable, Stephen Keshi.
Cuando iba hacia un final tranquilo, de repente el clima se enrareció y todo se fue al suelo. A los 81 minutos, Okwaraji sufrió un desmayo y a pesar de ser socorrido por sus compañeros, perdió la vida en la cancha. El genial Samson Siasia, titular ese día, reveló después: “Estaba jadeando y echando espuma. Tenía los dientes arenosos”. La noticia recorrió el mundo, desprovisto de redes sociales y ultratecnología, y llegó hasta Radio Continental de Buenos Aires, donde el colega Juan Yankillevich, que seguía en estudios centrales la información de las eliminatorias, se consternó al darla: “Espectadores fallecidos en las tribunas y en la cancha, un jugador de Nigeria. Así como suena”, informó esa fría tarde en Argentina.
Como si el destino estuviera prefijado negativamente, dos semanas más tarde la selección perdió ante Camerún y su sueño de Mundial, el mismo que Okwaraji deseaba alcanzar. Una autopsia arrojó que el mediocampista falleció por una insuficiencia cardíaca y congestiva. El presidente Ibrahim Babangida dispuso donar 50.000 dólares a la familia. Sam recibió de allí en adelante todo tipo de homenajes: en 2009 el gobierno colocó una estatua suya en el estadio Nacional, en su Orlu natal otro estadio fue rebautizado con su nombre, en 2019 Google lo recordó con un “doodle” en el que hubiera sido su cumpleaños 55, La Federación oficializó un apoyo económico de 30.000 nairas para las familias de jugadores que perdieron su vida actuando para el país. Hasta en 2024, se lanzó un torneo juvenil nacional, el Sam Okwaraji Memorial Football Competition. Nada pudo ni podrá, aunque corresponda, compensar ese enorme corazón con el que Samuel Okwaraji quiso engrandecer a su Nigeria.
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