[Vía El Espectador] En pleno dominio de sus equipos en la Copa Libertadores, el balompié brasileño ahora envía ojeadores y contrata jugadores de Senegal, Ghana, Nigeria, Angola o Costa de Marfil. En busca de fortalecer y dar un nuevo aire a sus reputadas divisiones menores, los clubes de Brasil han comenzado a ojear un mercado futbolístico hasta ahora inexplorado: el de África, origen de algunos de los mayores “cracks” de Europa.
Aunque se trata de una incursión tímida por el momento, profundizada recién en 2023, la estrategia representa un viraje en el país más veces campeón del mundo y que más produce y exporta futbolistas. Se ha fijado en ese nicho, según varias fuentes consultadas por la AFP, a raíz del éxito en clubes europeos de africanos o atletas de ese origen como Kylian Mbappé, Mohamed Salah y Victor Osimhen. Y también por ser más baratos que deportistas de otros mercados de interés como el argentino y el uruguayo.
Los jóvenes fichados -por lo general atacantes- suelen no interesar en Europa y sus contrataciones pueden contrarrestar una “baja” en la calidad de los brasileños, dice Ricardo Manfrim Gonçalves, de la empresa de representación de futbolistas Quality. Los africanos que llegan a Brasil “tienen una mejor explosión, están mejor preparados físicamente, tienen un raciocinio rápido y son muy intensos”, afirma este agente, con 16 años de experiencia en el mercado de África. Equipos brasileños con reputadas divisiones menores cuentan con al menos un canterano llegado de ese continente, entre ellos el Santos de Pelé y Neymar, el Flamengo de Vinicius Jr y el Sao Paulo de Kaka.
Desde 2023, al menos una docena han sido fichados o fueron probados en las bases de clubes de distintas categorías, según un conteo realizado por la AFP. A nivel profesional, se han contratado recientemente a hombres fogueados como el central angoleño Bastos, del Botafogo -foto-, líder de la liga y finalista de la Libertadores 2024, el extremo congoleño Yannick Bolasie (Criciúma) y el delantero gambiano Yusupha Njie (Santos).
A pesar de las dificultades del idioma, de separarse de sus familias y de las diferencias culturales -algunos son musulmanes en un país de mayoría católica-, el gigante latinoamericano ofrece a sus novatos invitados la oportunidad de forjar una carrera. “Cuando vine, lo hice creyendo que ayudaría a cambiar mi vida y la de mi familia”, dice en inglés el ghanés King Faisal, de 20 años. Considerado uno de los africanos más prometedores en Brasil, el extremo se destacó en su país y juega para el Sao Paulo Sub-20 desde marzo de 2023. “Fue un sueño”, apunta. “Espero alcanzar el máximo nivel algún día”.
Los juveniles brasileños pueden ganar miles de dólares al mes. Algunos incluso lograrán dejar atrás sus hogares pobres al ser vendidos precozmente a Europa. Pero esas facilidades pueden ser también una manzana envenenada. “Están recibiendo salarios absurdos, eso puede perjudicar su formación. Antes era más difícil (ser canterano en Brasil), hoy se han aburguesado”, sostiene Manfrim Gonçalves. Los africanos en el país “en cambio tienen que vencer por su necesidad” y pueden “dedicarse más que un jugador brasileño”.
El atacante angoleño Osvaldo Yamba Kinanga -foto- es imparable por la banda derecha en un partido de entrenamiento del Santos Sub-15. Chico destacado de los “Meninos da Vila”, donde se formaron Pelé, Neymar y Rodrygo, llegó hace nueve años a Sao Paulo junto a su familia. Al principio, cuenta, pasó malos ratos a causa del racismo en Brasil, el país con más afrodescendientes fuera de África. “Mucha gente nos subestima. Estoy orgulloso de ser africano, somos más competitivos. No quiero hablar mal del brasileño, pero algunos se relajan porque ya nacen con habilidad para jugar fútbol”, explica. El ‘Peixe’, con sede en la ciudad portuaria de Santos, cerca de Sao Paulo, lo detectó en un campeonato estatal. Ya está naturalizado y espera debatirse en el futuro entre jugar con la selección angoleña o la brasileña.
Para Coulibaly Yeko Appolinaire, de 16 años, es claro a quién defenderá: Costa de Marfil. Capitán de la selección de su país en su categoría, el espigado central llegó al Santos hace cinco meses y aún le cuesta el portugués, pero no esconde su ilusión. “Todo el mundo conoce Brasil como la tierra del fútbol”, dice en francés. “Solía sentarme en casa y ver a los grandes jugadores por televisión. Me encantaría ser como esos grandes jugadores. Ese es mi sueño”.
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