[Por Diego Martín Yamus] No marcó tantos goles, no fue ídolo en un club, sólo ganó tres títulos. Pero un momento eterno lo señaló para siempre entre ese sensacional Senegal 2002: el gol al campeón del mundo Francia para humillarlo ante el planeta. Papa Bouba Diop (28 de enero de 1978, Rufisque, Dakar) registró entonces su apellido para toda la vida, más allá de su extensa carrera extranjera.
Este portentoso medio (1,95 metros) debía ser llamado en ese gran equipo mundialista por su nombre completo para diferenciarlo de Pape Malick Diop, defensor y también titular repetido. La carrera de Bouba no fue demasiado destacada hasta entrado el siglo XXI. Tras jugar en la cantera del Ndefann Saltigue y el AS Diaraf, debutó en este popular club de la primera senegalesa en 1996 y estuvo hasta 1999, cuando comenzó su viaje por Europa. Su primera escala fue Suiza, donde recaló en el modesto Vevey de la tercera división para pasar a los más laureados Neuchatel Xamax y al Grasshoppers, en el que en 2001 conquistó su primer título con la liga local.
Pero serían los tres años siguientes los de su consagración internacional. Ese 2001 el técnico francés de la selección Bruno Metsu lo convocó por primera vez. Y vaya ocasión, ya que ese 14 de julio en Dakar, Senegal derrotaba al gigante Marruecos y se ponía al frente de la dura eliminatoria para su primer Mundial, el de Corea del Sur y Japón; allí Bouba ingresó a los 77 minutos por Salif Diao. Y tras la histórica clasificación para la Copa del Mundo una semana después, el 8 de Noviembre marcó el primero de sus 11 goles con los "Leones de Teranga", que sirvió para un 1-0 amistoso a los surcoreanos en ese país. En enero de 2002 pasó de Suiza a las luces de Francia y al Lens, y entre ese mes y febrero fue un ya consolidado en el once que alcanzó el subcampeonato de la Copa Africana de Naciones de Malí, cayendo por tiros desde el punto penal ante el todopoderoso Camerún de Mboma y Eto'o. Bouba había contribuido a ese camino con su gol a Nigeria que derivó en la victoria 2 a 1 en tiempo suplementario y el pase a la final.
El surgiente medio tendría goles y alegrías aún más grandes. Ese mismo plantel de desconocidos matadores de gigantes fue a Corea del Sur-Japón 2002. El 31 de mayo inauguraban el torneo en el Seúl World Cup Stadium de la capital surcoreana ante la tremenda Francia de Zidane y gran elenco. Pero los protagonistas de esa película fueron los africanos. A los 29 minutos, El Hadji Diouf desbordó y centró al área chica, donde el arquero Barthez y Lizarazu chocaron y el balón le quedó a Diop, que lo empujó al gol y lo festejó arrojando su camiseta y bailando con varios compañeros. . Fue el 1-0 de un triunfo magnífico, como el de Camerún a Argentina en Italia 90. Y como aquellos Leones cameruneses, estos de Senegal también demostraron que por algo lo hicieron. El 6 de junio sumaron un 1-1 ante Dinamarca que casi ganan, y el 11 realizaron uno de los más inolvidables partidos de la historia mundial contra Uruguay. Un penal de Fadiga a los 20 minutos los puso en ventaja, y Bouba amplió a 3-0 con dos goles, el espectacular primero de contraataque a los 26 y el segundo recogiendo un centro de Hénri Camara a los 39. A pesar de su quedo en el segundo tiempo y la reacción celeste a pura garra para el 3-3 final, los de Metsu daban la sorpresa al ser segundos del Grupo A. Y el jugador del Lens continuó la aventura con sus compañeros, igual que aquel Camerún, hasta cuartos de final al vencer el 16 a Suecia 2-1 con gol de oro y perder el 22 con Turquía 1-0 de la misma forma, logrando un gran séptimo puesto, uno de los tres mejores de África en los Mundiales.
Y siguió aportando lo mejor de sí para la selección, con dos buenas actuaciones en las siguientes CAN, la de Túnez 2004 eliminado por el local y campeón en cuartos de final y en Egipto 2006, cuando su gol en el 3-2 a Guinea envió otra vez a Senegal a las semifinales, donde nuevamente el anfitrión sería su vencedor y luego primero. Estuvo también a un paso de repetir Mundial, en la previa de Alemania 2006, privado por Togo en la última fecha. Pero también continuó su trabajo en sus clubes, mudándose de Francia a Inglaterra en 2004, donde fue muy considerado en un fútbol tan exigente, al punto de ser comparado con el nacido en Senegal Patrick Vieira por su estilo de juego. Arrancó en el Fulham premiado como mejor futbolista optativo de la temporada y a la siguiente, votado como el mejor del club de Londres por sus hinchas. Eso llevó a sus dirigentes a extenderle el contrato hasta 2009, pero Bouba se lesionó y se perdió campeonato y la capitanía. El Wigan lo quiso pero el senegalés se quedó y salvó a los suyos del descenso. Al fin se marchó a otro modesto de la Premier League, el Portsmouth, y fue parte de aquel título de la añeja y prestigiosa FA Cup, su logro más grande, en 2008. Ese año cerró su buena campaña con la selección en su última Copa Africana, pero en Ghana no pasó la primera ronda; su último encuentro fue el 31 de enero en Kumasi en el 1-1 de cierre del grupo D ante Sudáfrica, con lo que marcó 63 presencias y 11 goles.
El descenso del Portsmouth lo llevó en 2010 a Grecia y al AEK Atenas, con el que volvió a festejar ganando la Copa local sobre el Atromitos en 2011. A la temporada siguiente retornó a Inglaterra y no dejó el éxito, ya que a pesar de una racha irregular con el West Ham United obtuvo el repechaje de la Football League Championship y lo subió a Primera. Pasó entonces al Birmingham City, pero tuvo poco rodaje: otra lesión y los problemas económicos del club lo llevaron a irse en enero de 2013 y por eso, a dejar las canchas tras 17 años profesionales que lo vieron por Senegal, Suiza, Francia, Inglaterra y Grecia, además de sus proezas con el equipo nacional.
Tanto suceso lo tenía que hacer descansar. Lo hizo en la tierra hasta que el 29 de Noviembre de 2020 partió desde París a hacerlo en el cielo, debido a una enfermedad con apenas 42 años. A la ceremonia religiosa en Dakar le siguió la celebrada en Rufisque, su pueblo natal, donde lo acompañaron su familia, sus compañeros de la hazaña en Corea del Sur-Japón 2002 e incluso el presidente de la nación Macky Sall. Fue, a pesar de la pena, una especie de regalo de Dios a quien en unos días de Mundial quedó para siempre en el recuerdo.
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