[Por Diego Martín Yamus] Conoció el éxito y el fracaso, la paz y la guerra, la claridad y la oscuridad, la riqueza y la pobreza. Y no sólo dentro de la cancha. Como varios compatriotas suyos, Pierre Ndaye Mulamba (Kananga, 4 de noviembre de 1948) experimentó todos los altos y bajos posibles de la vida, una vida marcada por la delicada situación política en su República Democrática del Congo. Pero igual trascendió grandemente como un enorme goleador de los años 70.
Sus primeros tiempos con la pelota no fueron tan importantes. Surgido de la cantera del Renaissance du Kasaï, debutó en el equipo superior en 1964 y permaneció hasta 1971. En ese interín, comenzó su historia con la selección de los Leopardos, cuando el país aún se llamaba Congo Kinshasa. Y ya denominado Zaire bajo la dictadura de Mobutu Sese Seko, jugó en el AS Bantous antes de pasar en 1972 a su gran amor, el prestigioso AS Vita Club, con el que ganaría 6 ligas locales, 7 Copas del Congo y dos Challenge Papa Kalala entre el 72 y 1988, año de su retiro. Entre 1973 y la primera parte de 1974, “Mutumbula” (asesino) o “Volvo”, como lo apodaban, vivió sin duda su mejor momento.
Aparte de conquistar el torneo y la Copa de su país, el 9 de diciembre del 73, en el partido decisivo de las eliminatorias para el Mundial de Alemania frente al poderoso Marruecos en Kinshasa, ingresó en el segundo tiempo y a los 60 minutos abrió el marcador para la goleada por 3 a 0 y el pasaje mundialista. Sólo una semana después, el 16, se consagró por primera y única vez a nivel internacional cuando el Vita Club goleó como local 3-0 al Asante Kotoko de Ghana y ganó la entonces Copa de Campeones de Africa. Y su punto más alto fue en marzo del 74, donde Zaire arrasó en la Copa Africana de Naciones de Egipto para llevarse su segundo trofeo continental y Mulamba fue el gran responsable marcando 9 goles, hasta hoy récord en un solo campeonato, entre ellos dos en cada uno de los encuentros definitorios ante Zambia el 12 y 14 de marzo en El Cairo -video-, en la única final repetida de la historia. Desde ya no sólo fue mejor jugador, goleador y parte del once ideal de la CAN, sino que a su regreso fue condecorado por el mismísimo Mobutu con la Orden Nacional del Leopardo.
Llegó junio y la oportunidad de Ndaye y sus compañeros de disputar un Mundial como primera nación del Africa Negra. Todo parecía ir por buen camino con una buena preparación del equipo y hasta la ayuda del dictador en su formación. Y Zaire empezó con una decorosa derrota 0-2 ante Escocia. Pero al siguiente encuentro todo se derrumbó: los futbolistas no recibieron ni un centavo de los 45.000 dólares de premio que les habían prometido si ganaban, por lo que en protesta no opusieron resistencia a la poderosa Yugoslavia que los vapuleó 9 a 0; para colmo, Ndaye fue expulsado a los 23 minutos por el árbitro colombiano Omar Delgado por agresión en forma errónea, ya que la misma la había cometido su compañero, el recientemente fallecido Ilunga Mwepu. Por eso se perdió el último encuentro ante Brasil (0-3) pero no la escandalosa vuelta a su patria, donde se dice fueron amenazados por allegados a Mobutu por la pobre actuación. En 1976 intentó revancha en una nueva Copa Africana en Etiopía y marcó un gol ante Sudán (1-1) en el cierre de la primera fase, pero su equipo fue eliminado allí. Y en 1980, en el camino al Mundial de España 82, le convirtió un tanto a Mozambique en el 5-2 de la primera ronda pero los zaireños fueron marginados luego por el gran Camerún. Para 1981 fue, al menos, subcampeón de clubes de Africa con el Vita, ante el gran Jet Tizi-Ouzou argelino. Igual siguió obteniendo triunfos, el último en la Liga local en 1988, antes de colgar los botines.
Ndaye aún no sabía que estaba por vivir sus peores tiempos. Ya completamente alejado del fútbol, en 1994 y tras ser distinguido con honores en el marco de la Copa Africana de Túnez, al volver a Zaire fue víctima de un atentado cuando, en plena guerra del Congo, soldados rebeldes le dispararon en una pierna por error, lo que le llevó ocho meses de recuperación albergado por un tal Emmanuel Paye-Paye. Encima, su hijo mayor fue asesinado y en 1996 debió exiliarse como refugiado en Sudáfrica, primero en Johannesburgo y luego en Ciudad del Cabo, donde fue adoptado por una familia en un centro especial.
En ocasión de la CAN 1998 en Burkina Faso, se hizo un minuto de silencio al saberse erróneamente que Mulamba había fallecido en un accidente de una mina de diamantes en Angola, sin embargo el otrora glorioso delantero estaba desempleado y se había dado a la bebida. Por suerte su destino cambió, empezó a dirigir conjuntos de fútbol amateur de refugiados, ganó un campeonato de la categoría en 2007, se casó con una mujer sudafricana y mantuvo un importante encuentro con Danny Jordaan, presidente del Comité Organizador del Mundial de Sudáfrica, que al saber que vivía en Ciudad del Cabo, lo visitó y lo invitó a colaborar en el desarrollo del balompié en la región. Por ese entonces, Rainbow Circle Films, una compañía sudafricana, produjo una película llamada “Forgotten Gold” (“Oro olvidado”) inspirada en su vida, en donde se mostraban sus días de retorno a la República Democrática del Congo para un emocionado reencuentro con su familia y sus compañeros del fútbol, y para encontrar a los autores de su atentado, confrontándose con su pasado y reclamando su legado. La misma, proyectada en ocasión del Mundial, incluía entrevistas con otras estrellas del Africa Negra que reflejaban el rol inspirador que Mulamba dejó a su generación. En ese momento el recuperado goleador manifestó: “Quiero ser reconocido como el jugador que fui, pero he encontrado un nuevo sentido de propósito al estar aún vivo para disfrutar el simple toque de una pelota de fútbol”. Esa fue su gran vocación. Es que Pierre Ndaye Mulamba fue un delantero que le hizo goles a los dolores de la vida.
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