[Vía Fifa.com] Han sido 18 meses de ímprobos esfuerzos desde que el entrenador estadounidense Bob Bradley aferró el timón del combinado nacional de Egipto. El estratega de 44 años, que gobernó la selección de Estados Unidos durante su travesía por la Copa Mundial de la FIFA 2010, asumió la dirección de los Faraones al inicio de la revolución egipcia, y ha tenido que arrostrar los efectos colaterales de los disturbios en Port Said en febrero del año pasado: la convulsión social resultante y la suspensión de la liga nacional de fútbol.
Bradley ha revelado a FIFA.com que, transcurrida esa etapa difícil y de alta tensión emocional, el campeón histórico de África, poseedor de siete coronas continentales en sus vitrinas, está tratando de retomar con ímpetu renovado la competición preliminar para Brasil 2014, cuyo próximo compromiso abordará el 26 de marzo en su recibimiento de Zimbabue.
¿Cuáles han sido los principales desafíos a los que se ha tenido que enfrentar en su trabajo desde los incidentes en Port Said en su empeño por configurar una selección nacional competitiva?
La tragedia en Port Said conmovió a todos los egipcios, y ciertamente tuvo un fuerte impacto sobre su comunidad futbolística. El primer desafío a partir de entonces fue darles tiempo a los jugadores, hablar con ellos y tratar de apoyarlos de todas las maneras posibles. Nos obligó a adaptarnos a la situación y a buscar la mejor manera de que no abandonaran los entrenamientos y se mantuvieran motivados y en forma. Procuramos aprovechar cualquier oportunidad de organizar concentraciones, y de esa manera pudimos establecer una base de confianza y de comunicación. Hicimos hincapié en el hecho de que tenemos una oportunidad única de cumplir las esperanzas y los sueños de los egipcios de llegar al Mundial, y de que, en última instancia, ésa era nuestra responsabilidad. También les persuadimos de que, siempre que organizábamos esas concentraciones —a veces me refiero a ellas como "respiros"— no era porque quisiéramos olvidarnos de Port Said, sino porque queríamos pasar el tiempo juntos para concentrarnos en la tarea de construir el equipo y salir adelante, que era la única manera de poder ir al Mundial.
¿Y cómo reaccionó el grupo?
Como ya he dicho muchas veces, la respuesta de los jugadores a lo largo de todo el periodo y la fe que han demostrado ha sido increíble. Eso ha sido lo fundamental. Merecen ser felicitados, porque todos ellos pasaron por momentos de incertidumbre en los que no sabían muy bien lo que iba a ocurrir con sus carreras. La mayoría de ellos no estaban cobrando, así que el mérito de sobreponerse a todas las adversidades en su entorno es todo suyo. He sentido un gran respeto por todos ellos a lo largo de este periodo.
¿Cuánto de ese mérito es atribuible al núcleo veterano del equipo, o es justo decir que se ha producido una transición significativa hacia una nueva generación?
Las dos cosas, en realidad. Después de todos los éxitos cosechados por los jugadores más longevos en la Copa Africana de Naciones o sobre todo con el Al Ahly, lo único que echan en falta es ir a un Mundial. Por otro lado, hay un puñado de jóvenes muy bien dotados —Mohamed Salah, Ahmed Hegazy, Mohamed El-Nenny, Mohamed Ibrahim, y podría seguir— pero conviene tener en cuenta que, para jugadores como Mohamed Aboutrika, ésta será su última oportunidad de ir a un Mundial. En este sentido, es clave que los miembros más experimentados de la selección transmitan esa urgencia a los más jóvenes. Su motivación es uno de los principales motores de esta transición, que se basa en la experiencia de esa fantástica generación de futbolistas pero también recurre a los nuevos valores que ya están preparados para asumir papeles importantes.
¿Qué importancia tiene Aboutrika en ese contexto?
A mi llegada, mucha gente me decía que necesitábamos un equipo nuevo, que algunos jugadores eran demasiado viejos. Aboutrika no estaba jugando mucho cuando yo me incorporé, y no lo llamamos para disputar nuestro primer amistoso. Su respuesta lo dijo todo acerca de su carácter e integridad: nunca se quejó, y se dio cuenta de que dependía de él demostrar que aún podía ser importante para el equipo. Luego empezó a jugar más, y me di cuenta de que aún tenía mucha inteligencia y visión de juego y talento que aportar. A partir de entonces, dondequiera que íbamos, la gente me decía: "Tienes que poner a Aboutrika". Es un tipo terriblemente popular, y la gente lo quiere y lo respeta no sólo como futbolista, sino también como hombre. Hizo todo lo que había que hacer para mantenerse en lo más alto. Sin duda es uno de nuestros líderes, y su experiencia e inteligencia marcan una gran diferencia en el seno del grupo.
¿En qué estado se encuentra el equipo de cara al partido contra Zimbabue?
La buena noticia es que la liga nacional se ha reanudado, lo que significa que los jugadores radicados en Egipto ya están disputando partidos regularmente. Además hay más jugadores que desempeñan su oficio en el extranjero, porque, cuando las cosas se pusieron feas aquí, se les abrieron otras puertas en otros países. Por tanto, ahora las sensaciones son buenas. Primero jugaremos contra Zimbabue, luego dos partidos en junio, y el último encuentro en septiembre. No queremos adelantar acontecimientos, pero estamos satisfechos con nuestros dos primeros resultados y tenemos entre manos un proyecto en el que creemos. La clasificación en África es difícil, y en ese otro enfrentamiento a dos mangas contra otro líder de grupo no habrá margen para el error. Por eso estamos tratando de aprovechar cada momento y cada partido para aprender más y reforzar nuestra confianza. Estamos ansiosos por regresar a la fase de clasificación mundialista después de nueve meses.
Da la impresión de que ha forjado un fuerte vínculo con la selección de Egipto. ¿Ha llegado a pensar alguna vez que no iba a merecer la pena?
Cuando empecé a hablar con las distintas partes acerca de la posibilidad de asumir este cargo, me di cuenta de que sería un desafío singular y extraordinario, y una experiencia fuera de lo común. Por supuesto que nadie pudo prever la tragedia de Port Said. Pero la reacción de los jugadores fue admirable cuando nos dimos cuenta de que juntos podíamos conseguir algo muy valioso para el país entero. Para ser un líder en esa situación, hay que estar comprometido. Tienes que pedirles que confíen en ti, y ahí no hubo ningún problema. Desde el principio tuve el convencimiento de que todos tendríamos que arrimar el hombro con todas nuestras fuerzas y sin vacilaciones. Me suelen preguntar: "¿Ha pensado en marcharse?". Y la respuesta es siempre la misma: "Somos un equipo y tenemos una misión: llegar a Brasil".
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