[Por Diego Martín Yamus] Grandes arqueros del mundo futbolero han dado lo suyo hasta los 40 años y también más, demostrando sus cualidades. En África eso no ha sido moneda tan corriente. Uno de esos casos es Ali Boumnijel, más que un guardameta un símbolo de Túnez, que hasta las cuatro décadas supo ser protagonista de gran forma y en toda circunstancia.
El guardián de las Águilas de Cartago nació el 13 de abril de 1966 en la ciudad de Menzal Jemal. Pero fue demasiado curioso su comienzo. En 1988, con 22 años, arrancó su carrera en el Gueugnon francés, del ascenso, pero recién tuvo acción tres años después, cuando en 1991 fue prestado al Nancy de la Primera División de ese país, debutando por fin el 20 de octubre en una derrota 1-3 con el Auxerre. Y enseguida el técnico nacional Mrad Mahjoub le dio su primer encuentro internacional, el 27 de Noviembre en un 5-3 amistoso ante Costa de Marfil. Pero no volvió allí hasta 1994, cuando fue suplente de Choukri El Ouaer, su gran sombra, para la Copa Africana de Naciones que Túnez organizó. Y activamente, recién para la de 1998, que sería un gran año para él.
Ya pasado del Gueugnon al Bastia galo, a Boumnijel le fue confiado el arco tunecino durante la Copa Africana de Burkina Faso 98 por el entrenador polaco Henryk Kasperczak. Y el veterano de pocos partidos (ya 32 años) atajó un penal al ghanés Mohamed Gargo en la derrota 0-2 en la primera fase y arribó hasta cuartos de final, donde contra el ignoto burkinés contuvo los tiros desde el punto penal de Tallé y Zongo pero su equipo cayó 7-8. Kasperczak valoró su prestación y lo llevó al primero de sus tres Mundiales, el de Francia 98, donde fue tercera opción tras El Ouaer y Salhi.
Cuatro años más tarde, Boumnijel salió a la cancha bajo los tres palos en Corea del Sur y Japón 2002. Con el número 1 en lugar del 22 hasta entonces, se presentó el 5 de junio en Kobe (Japón) ante Rusia, donde un mal saque de arco suyo originó el primer gol del 0-2. Luego actuó el 10 ante Bélgica, concediendo el primero de un buen empate a uno, y el 14 con otro 0-2 con los japoneses cerró su segunda aventura y primera en el campo mundial. Enseguida cambió de club, siempre en Francia, del Bastia al Rouen del ascenso y en 2004 regresó a su patria para su primera experiencia local, con el prestigioso Club Africain.
Y 2004 fue su consagración, no sólo por un triunfo. Como diez años atrás, Túnez hospedó la Copa Africana de Naciones con la obligación de ganarla por primera vez. Todo iba bien hasta que el 11 de febrero, en la semifinal en Rades, se cruzó el temible Nigeria. El 1-1 de los 120 minutos derivó en la definición por tiros desde el punto penal. Y Boumnijel, ya conocido especialista, le atajó el segundo de la serie a Peter Odemwingie para que su país venciera 5-3 y fuera a la final, que el 14 en la misma Rades ganó con aquel 2-1 sobre su vecino Marruecos.
Mientras seguía en el Club Africain, el ya legendario arquero continuó escribiendo historia con los rojos norteafricanos. En 2006 tomó parte en otra CAN (en Egipto) pero esta vez no pudo con Nigeria, donde a pesar de detener el primer tiro de Yobo y marcar el cuarto perdió 4-5 en cuartos de final. Una nueva gran tarea de su selección, referente esos años en África, lo depositó en su tercera Copa del Mundo. Y con 40 años cumplidos, Ali se transformó en el futbolista de más edad en el torneo de Alemania, aunque poco pudo hacer para evitar el 2-2 con Arabia Saudita y las caídas con España 1-3 y Ucrania 0-1, cuando Andrei Shevchenko a los 70 minutos de penal le marcó su último gol. Y colocó el cierre a su fabulosa carrera con un empate sin goles ante Mauricio, el 3 de septiembre de 2006 en esa bella isla del Océano Indico, en la eliminatoria de una nueva Copa Africana.
Después del retiro, eligió prolongar su sabiduría fuera del campo, primero como entrenador de arqueros entre 2011 y 2012 en la selección tunecina y entre 2012 y 2013 en el Umm Salal de Qatar. Luego fue asistente técnico de China entre 2014 y 2016, del Étoile du Sahel (otro grande del país) entre 2017 y 2018 y, en el último trabajo que se sabe hasta hoy, en el Sochaux francés. Porque Ali Boumnijel no quiere irse nunca de su glorioso fútbol.
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