[Por Diego Martín Yamus] Si bien Nigeria siempre fue protagonista del fútbol africano, hasta entrada la década del 90 no era uno de primera línea. Entonces fue que explotó una generación de oro con nombres como Yekini, Amokachi, Ikpeba, Oliseh, Okocha, Finidi, Okechukwu, Keshi, Lawal, Ugbade y tantos otros. Otros como Emmanuel Amuneke, más conocido como Amunike, que esos años sumó momentos decisivos para su selección y que para él realizó una carrera corta pero imborrable.
El delantero o extremo nació en Obodo el 25 de diciembre de 1970 y dio sus primeros pasos en 1990 en el modesto Concord FC de su país. Pero la modestia le duró un suspiro. En 1991 pasó al Julius Berger FC, de la antigua capital Lagos, y le dio su primer título de liga local, ganando también el primero suyo de una larga lista de éxitos. Enseguida el gigante egipcio Zamalek se hizo con sus servicios y repitió campeonatos con dos títulos seguidos domésticos (1992 y 1993) y una final perdida de copa ante su acérrimo rival Al Ahly, en 1992.
Rápida también llegó la convocatoria a la selección verde y blanca, cuando el holandés Clemens Westerhof lo hizo debutar el 11 de abril de 1993 en Addis Abeba, en un 0-1 con Etiopía por la eliminatoria de la Copa Africana de Naciones 94. Amunike se tomó velozmente desquite: contribuyó a la clasificación de Nigeria a esa CAN y, lo mejor, el 8 de octubre de 1993 fue parte de la formación que igualó de visita 1-1 en Argelia y llegó a su primer Mundial, el de Estados Unidos. Y en la tierra del "soccer" aún poco desarrollado, las Águilas debutaron con estruendo con un 3-0 a Bulgaria y Emmanuel marcó el tercero. Integraba un terceto de temer con Yekini y Amokachi. Así enfrentó a Argentina y a Diego Maradona en su último partido (derrota 1-2), luego a Grecia (2-0) y en octavos de final, le marcó a la gran Italia de Roberto Baggio a los 26 minutos, pero raramente el técnico Westerhof lo sacó por un medio de marca, Samson Oliha, que rechazó afuera a dos minutos del cierre y originó el empate de Baggio, quien en el alargue daría el triunfo a los italianos, luego subcampeones. Pero Amunike se había dado el gusto personal y grupal con su país cuando el 10 de abril, en la final de la CAN de Túnez, convirtió ante Zambia dos goles que le dieron el campeonato a Nigeria.
Tras pasar por África con gloria, en 1994 la siguió en Europa. Su primer destino fue Portugal, en el Sporting de Lisboa, en el que dejó gran huella: le marcó el gol del triunfo a Benfica en el clásico, obtuvo la Copa local y en 1996 la Supercopa lusa, al vencer 3-0 al Porto el 30 de abril en tercer encuentro. Pero el mayor suceso de ese 96 y de su prolífica década iba a llegar cuatro meses más tarde. Amunike integró el equipo Sub 23 que viajó a Atlanta, Estados Unidos, para los Juegos Olímpicos. En ese plantel de oro estaban Oruma, Kanu, Babangida, Babayaro, Oliseh, Okocha, Amokachi, toda la generación dorada en un solo conjunto. Pero el héroe fue Emmanuel. El 3 de agosto en Athens, en el Sanford Stadium, iban perdiendo la final por el oro con la también lujosa Argentina de Daniel Passarella. A los 72 minutos Amunike entró por Ikpeba, y sólo dos después Amokachi igualó a dos. Y cuando parecía que todo desembocaba en el tiempo suplementario, a los 88, el delantero fue derribado por Javier Zanetti, y al hacerse el tiro libre la defensa argentina practicó un innecesario intento de offside, él quedó solo y marcó el 3-2 y la apoteosis para buena parte de las más de 86.000 personas que ocupaban el estadio. Nigeria era el primer africano en alcanzar la gloria olímpica, y Amunike el responsable.
Era lógico que un grande europeo se lo llevaría como pan caliente. Fue el Barcelona quien en diciembre de 1996 sacó más de 3 millones de euros para tenerlo. Y Emmanuel le respondió con dos ligas, dos Copas del Rey, una Supercopa española y una europea. Se ganó en 1996 el premio de la cadena inglesa BBC al mejor futbolista africano del año. El 7 de junio de 1997 marcó uno de los tres goles del 3-0 a Kenia para ir a su segundo Mundial consecutivo, en Francia. Pero le llegó la hora penosa: una grave lesión de rodilla lo dejó afuera de las siguientes temporadas con el Barsa y por supuesto de la Copa del Mundo. No pudo recuperarse totalmente y sólo alcanzó a jugar unos pocos partidos más con los blaugranas, alzando la Liga 98/99 y en 2000 la Copa Cataluña. Y fue subcampeón de Camerún en la Copa Africana en enero y febrero 2000, que Nigeria organizó junto a Ghana.
Era el rápido declive para tan grandiosa carrera. El 13 de enero de 2001 jugó su último partido con las Aguilas, un 1-0 a Zambia por la fase previa de la siguiente CAN, la de Malí 2002. Ese 02 pasó al Albacete, luego un par de meses al Busan I'Cons de Corea del Sur y cerró su capítulo como futbolista en 2004 en el Al Wihdat de Jordania.
Pero la alegría lo esperaba para darle la mano de nuevo. Inició su carrera como entrenador, primero como ayudante en 2008 del club de Arabia Saudita Al Hazm y luego como detector de talentos para el Manchester United, mientras se recibía de técnico. Entonces comandó en 2008 y 2009 a su Julius Berger, salvándolo del descenso de liga, aunque conflictos con los dirigentes lo removieron. Tomó al Ocean Boys de la liga nigeriana hasta 2011, y en 2014 se hizo cargo de la selección Sub 17. Y en 2015 volvió a gritar campeón: los 10 tantos de Victor Osimhen y la gran actuación de Kelechi Nwakali, Balón de Oro, le ganaron el Mundial de Chile ante Malí 2-0, consiguiendo el quinto título para las Súper Águilas.
Luego dirigió a Al Khartoum de Sudán y, en 2018, fue apuntado por la Federación de Tanzania para hacerse cargo del combinado nacional, al que clasificó luego de 39 años a la Copa Africana de este año en Egipto, más allá de que el equipo perdió sus tres partidos con el campeón Argelia, Senegal y Kenia. Emmanuel tiene dos hermanos menores, Kevin y Kingsley, también futbolistas, con quienes fundó la Emmanuel Amuneke Soccer Academy en las cercanías de Lagos. Una auténtica estrella, por más que su vida futbolística haya sido corta. Porque Emmanuel Amuneke dio todo para la gloria, dentro y fuera de la cancha.
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