[Vía Mundo D de La Voz] ¿Qué motivó a Pablo Vélez a dejar a su hija con sus padres en Argüello, abandonar su vida de carpintero y terminar desembarcando en Tanzania para dirigir a un equipo de fútbol? Simplemente, su ambición por cumplir con un sueño. “Si surgía algo negativo, si me soltaban la mano, yo iba a golpear puertas por mi cuenta. Estaba al otro lado del mundo y tenía que aprovechar”, así, con esa convicción, el exjugador y asistente de José María Suárez en Argentino Peñarol contó como comenzó la loca historia que lo llevó a cambiar su vida.
Con 39 años y una hija (Laura, de 18), a la que crió como padre soltero, Pablo resaltó que trabajó durante mucho tiempo para ganarse esta oportunidad y, según explicó, no está dispuesto a dejarla escapar.
Nació en Villa Rivera Indarte, desde chico ya se imaginaba en el ambiente del fútbol, esa era su pasión. Así fue que comenzó a jugar en el equipo del colegio, en el Hogar Inmaculada, alternando entrenamientos de la Lifi con sus regulares prácticas de karate, disciplina en la cual llegó a ser cinturón negro.
Luego se pasó a jugar en Argentino Peñarol, donde su buen desempeño lo llevó a tener sucesivas pruebas en Rosario Central, River y Belgrano, allá por el año 1998. Sin suerte, Atlético Calchín fue el club en el que abandonó la práctica deportiva. La práctica, pero no el fútbol.
Ahí comienza la otra parte de la historia. Vélez realizó el curso de entrenador y preparador físico, obteniendo los certificados en 2005 y 2007, respectivamente, “con el mejor promedio”, según él mismo destacó.
Su vida entonces se tornó mucho más vertiginosa.
Su desempeño como entrenador en las inferiores y la primera de Banco de Córdoba, y como asistente en Argentino Peñarol lo motivaron a buscar nuevos horizontes.
“Había cosas que no me gustaban dentro del fútbol de Córdoba”, recordó Pablo a la hora de narrar cómo consiguió cruzarse, vía Internet, con Global Artist Fútbol, una empresa que, como agente, generaba vínculos entre entidades deportivas, entrenadores y jugadores. Allí, un tal José María Fernández decidió incluirlo en una cartera de algo así como 250 nombres.
Pasó el tiempo, casi un año y medio, y Pablo continuaba interactuando de manera virtual con sus nuevos representantes realizando reportes de partidos, mientras mantenía a su hija ayudando en la carpintería de Héctor, su padre. Hasta que un día llegó un correo electrónico en el cuál Fernández lo invitaba a viajar a España, para hacer una recorrida por el fútbol ibérico.
“Tuve una neumonía y el viaje se retrasó. Aunque pude comprobar que efectivamente ellos me habían comprado pasaje de ida y vuelta, vendí mi auto, junté unos euros y me fui dispuesto a ver qué pasaba”, señaló Pablo, quien dejó a su hija con sus padres y partió el 29 de abril de este año a Barcelona.
De su estadía en España, durante casi tres meses en los que recorrió varios entrenamientos y partidos de liga, Pablo no olvidará nunca su encuentro con Marcelo Bielsa.
–¿Llegaste a Bilbao?
–Era el viaje que yo quería hacer sí o sí, siempre se los dejaba en claro. Quería ver qué pasaba con Bielsa en Bilbao. En ese momento era una locura, ellos estaban previo a final de la Europa League y la Copa Del Rey. Vi un par de entrenamientos, y por unos contactos que ellos tenían allá, sabía que estaba la posibilidad de que charlemos en algún momento, pero por las dudas también le llevé una carta.
–¿Y finalmente se dio la reunión?
–Sí, en Lezama. Charlamos de fútbol, le conté lo que estaba haciendo, y él permanentemente me dio su voz de aliento, me dijo que no estaba errado. En un momento me preguntó: “¿Y ahí que trae?”. Era la carta. Se la di, y en ella, además de presentarme y contarle qué hacía, le puse que para mí sería un broche de oro trabajar con él. A los dos días, cuando veo mis e-mails, me había contestado. “Lamento no poder satisfacer su demanda de trabajo, pero le agradezco y valoro lo que me hizo llegar y lo invito a seguir creyendo en sus posibilidades”, decía. Fue una emoción tremenda el que se haya tomado el trabajo de contestarme. En ese momento dije. “Yo de acá no me vuelvo”. Su mensaje fue pura energía que me invadió para seguir.
–Increíble, ¿y de ahí cómo llegaste hasta Dar es Salaam, en Tanzania?
–El 25 de julio me llaman y me dicen: “Mirá Pablo, hay un club interesado en vos”. Yo siempre pensé que iba a ser ayudante de preparador físico, ayudante de campo o que me iban a mandar a una escuelita de fútbol como para mantenerme en Europa, mientras esperaba obtener la licencia española para poder dirigir. Me dijeron que sólo tenía que decir que sí para ser el nuevo técnico del African Lion, en Tanzania. Inmediatamente acepté.
–¿Y cómo fue la primera práctica?
–Llegué el 3 de agosto, me junté con el presidente y cuando me preguntó qué quería hacer, le dije que fuéramos a la cancha. Había una prueba general de jugadores de todo el país, estaban en plena renovación, porque hace meses que este presidente había comprado el club.
–Trabajaste de entrada...
–Sí, traductor de por medio, porque yo no se inglés ni suajili (idioma local), me metí de lleno en todos los aspectos del equipo. Pedí autorización y trabajé con los preparadores físicos. Añadiendo la pelota como un elemento de trabajo permanente en todos los ejercicios.
De su paso por el país africano, Pablo remarcó la evolución a nivel deportivo que alcanzó el African Lion, un club que es patrocinado por los Seattle Sounders de la Major League Soccer de los Estados Unidos. “En el último torneo se habían salvado del descenso... y ahora estamos cuartos, a sólo nueve puntos del puntero”, indicó el cordobés, al explicar que de los 13 partidos en los que dirigió su equipo ganó ocho, empató tres y perdió dos.
–¿Y ahora cómo está la situación?
–Yo había pedido permiso para volver el 16 de diciembre, porque mi hija “Lali” tenía la fiesta de egresados. Como el club estaba tan bien, no me querían dejar ir, pero finalmente aceptaron. Ahora se tienen que poner de acuerdo con mis representantes, ya que el contrato era para trabajar por cuatro meses y después retomar las negociaciones. Y mientras esté acá, estoy dispuesto a juntarme a charlar con quién sea.
Pablo explica que aunque se trate de un lugar poco común, donde nunca antes un entrenador argentino había sido contratado para dirigir en la Primera División, su paso por el continente africano fue positivo, y no descarta volver a Dar es Salaam en caso de ser necesario. Sin embargo, con las mismas ganas con las que cuenta cada instante de su intensa travesía del último semestre, también destaca que si se dan las condiciones le gustará trabajar en Córdoba, con los suyos, en este mundo del fútbol que tanto quiere.
La vida en Tanzania
Lo extraño. “Me sorprendió una carretera que tiene tres carriles: uno para ir, uno para volver, y el del medio al mejor postor. Cuando hay tráfico, de repente vos te ponés en doble fila... y vas. Estábamos en medio de un viaje, y yo miraba a lo lejos unas lucecitas que cada vez se acercaban cada vez más. Le pregunté al traductor qué sucedía y me dijo que cuando se saturaba el que te correspondía, podías usar el otro. ‘¿Pero y el que viene del otro lado cómo se da cuenta?’, le pregunté y me respondió que nunca hay accidentes, ‘bah, a veces sí’, pero que nadie controla, sino que cuando van llegando uno de los dos se corre. ‘Esto es África’, me dijo el traductor.
Lo malo. “Vos mirás hacia un lado, en la ciudad, y tenés a los chicos, con las ojotas en las manos, caminando entre los autos, arrastrando su cuerpo atrofiado pidiendo unos centavos, y del otro lado está el mar con cuatro, cinco, seis buques que se llevan el oro y demás recursos naturales. Eso la verdad, que es incomprensible”.
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