[Por Francisco Jáuregui y Daniel Cuadra -dibujo-] La final del campeonato de fútbol infantil de Bobo-Dioulasso, la segunda ciudad más importante de Burkina Faso, estaba por comenzar cuando el entrenador del equipo favorito, el Racing Club, se enteró de que el papá de uno de sus delanteros suplentes acababa de fallecer, así que fue a darle la terrible noticia:
-Mamadou, tengo que darte una mala noticia… Sé de la estupenda relación que llevas con tu padre, desafortunadamente nunca lo traté, pero siempre los veía abrazados, sonriendo, comentando varias cosas. Él estaba presente en todos los partidos y, aunque no “alineabas”, siempre tuviste su apoyo. Desafortunadamente me acaban de informar que tu padre ha fallecido.
Mamadou Zongo, que lucía la 16 en la espalda, se cubrió la cara con las manos y empezó a sollozar, y después de unos minutos, le dijo al entrenador: "Quiero pedirle un favor: déjeme jugar este partido. Para mí es muy importante, aunque sea sólo unos minutos". El entrenador Sanou se quedó pensativo unos instantes, estaba en juego la final ante el Bobo Sport con la que siempre había soñado ganar, pero también la felicidad de uno de sus pupilos. Después de unos minutos de meditar la decisión pensó: “unos minutos en el juego que intervenga este chico no le afectarán a nadie”. Y el joven fue desde el arranque.
Poco a poco el precario estadio de las afueras de la ciudad se había llenado e iba tomando color. Desde las inmediaciones de la mezquita musulmana, el mayor atractivo turístico de la ciudad, partieron los micros con los familiares de los jugadores e hinchas de ambos equipos. El sonido de los tambores y los alegres cantos iban poniendo ambiente a la final.
Finalmente, a pocos minutos del inicio, Sanou decidió poner a Mamadou Zongo desde el inicio. Su participación fue asombrosa, inyectaba el entusiasmo a todos sus compañeros, sus pases eran acertados, era otro jugador, muy diferente al que todos conocían.
El entrenador no encontraba respuestas a aquel radical cambio. El partido terminó con triunfo por 2 a 1 para el Racing Club y Zongo recibió el premio al jugador más valioso de la final gracias a su gran nivel y al gol agónico sobre el final del encuentro. Sorprendido, el entrenador se acercó al joven para felicitarlo y le dijo: "Estoy muy extrañado: te dije que tu papá había fallecido, sé que se llevaban muy bien y sin embargo te quedaste a jugar, tu juego no era bueno y hoy nos diste el título sorprendiendo a todos los presentes".
El joven, mientras no podía contener las lágrimas, mezcla de alegría y tristeza, contestó: “Sabe, mi papá siempre quiso verme jugar y nunca pudo porque era ciego. Yo me sentía triste al saber que no me veía pero hoy, que sé que me mira desde el cielo, le ofrecí el mejor partido de mi vida”.
Nota: Adaptación de Francisco Jáuregui al cuento "El mejor partido", que aparece en "Todo es posible", libro de la Editorial Santa María.
Mamadou Zongo, que lucía la 16 en la espalda, se cubrió la cara con las manos y empezó a sollozar, y después de unos minutos, le dijo al entrenador: "Quiero pedirle un favor: déjeme jugar este partido. Para mí es muy importante, aunque sea sólo unos minutos". El entrenador Sanou se quedó pensativo unos instantes, estaba en juego la final ante el Bobo Sport con la que siempre había soñado ganar, pero también la felicidad de uno de sus pupilos. Después de unos minutos de meditar la decisión pensó: “unos minutos en el juego que intervenga este chico no le afectarán a nadie”. Y el joven fue desde el arranque.
Poco a poco el precario estadio de las afueras de la ciudad se había llenado e iba tomando color. Desde las inmediaciones de la mezquita musulmana, el mayor atractivo turístico de la ciudad, partieron los micros con los familiares de los jugadores e hinchas de ambos equipos. El sonido de los tambores y los alegres cantos iban poniendo ambiente a la final.
Finalmente, a pocos minutos del inicio, Sanou decidió poner a Mamadou Zongo desde el inicio. Su participación fue asombrosa, inyectaba el entusiasmo a todos sus compañeros, sus pases eran acertados, era otro jugador, muy diferente al que todos conocían.
El entrenador no encontraba respuestas a aquel radical cambio. El partido terminó con triunfo por 2 a 1 para el Racing Club y Zongo recibió el premio al jugador más valioso de la final gracias a su gran nivel y al gol agónico sobre el final del encuentro. Sorprendido, el entrenador se acercó al joven para felicitarlo y le dijo: "Estoy muy extrañado: te dije que tu papá había fallecido, sé que se llevaban muy bien y sin embargo te quedaste a jugar, tu juego no era bueno y hoy nos diste el título sorprendiendo a todos los presentes".
El joven, mientras no podía contener las lágrimas, mezcla de alegría y tristeza, contestó: “Sabe, mi papá siempre quiso verme jugar y nunca pudo porque era ciego. Yo me sentía triste al saber que no me veía pero hoy, que sé que me mira desde el cielo, le ofrecí el mejor partido de mi vida”.
Nota: Adaptación de Francisco Jáuregui al cuento "El mejor partido", que aparece en "Todo es posible", libro de la Editorial Santa María.
Me triste pero me gusto. El próximo espero que sea de tu autoría. Yo se que podes!
ResponderEliminarAbrazo!
comparto lo que dice francisco , hermoso y vos podés escribir uno de tu autoria ¡¡¡
ResponderEliminarExcelente, ya quiero leer otro
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