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miércoles, 4 de agosto de 2010

Jacques Montouroy, el adiós a un ejemplo

Vía [Mi sueño africano] Centenares de personas acompañaron ayer en Freetown, la capital de Sierra Leona, el féretro con los restos de Jacques Montouroy, un ciudadano francés que dedicó su vida a trabajar en misiones humanitarias. De "prototipo de oro del humanitarismo", lo calificaron miembros de la organización Servicio Auxiliar Católico, a la que dedicó la mayor parte de su vida.

Durante 41 años se adentró en zonas del mundo que muchos consideraban auténticos actos de suicidio. Repartió ayuda y alimentos a víctimas de sangrientas guerras civiles como las de Liberia, Burundi, Somalia y Sierra Leona, en momentos en los que nadie quería acudir. Hace tan sólo dos meses aún estuvo repartiendo equipos de auxilio en Haití. Pero fue en Sierra Leona donde ganó tal notoriedad que su imagen fue enaltecida como la de un santo. Su ataúd fue llevado hasta el estadio nacional de fútbol de Freetown y no es casualidad.

Ya que a través de su amor por el deporte, ayudó a generaciones de niños a vivir la pobreza con esperanza a través de sus enseñanzas y consejos. Dondequiera que se encontró, entrenó equipos de fútbol juvenil. Tuvo tanto éxito en Sierra Leona que se habló de hacer de él el entrenador de la selección nacional, pero Montouroy prefería trabajar con los niños. Cuarenta de los jugadores que él formó llegaron a jugar profesionalmente en Europa.

Jacques no estaba casado, pero tenía varios cientos de niños. Ellos fueron los jugadores de fútbol. De Angola a Mauritania, entrenó a cientos de pequeños. Los llamó "sus muchachos" y al le decían "Papá Jacques". En los barrios bajos de Freetown, Jacques se preocupaba por ellos y en muchos casos ocupaba el papel y el lugar de padres ausentes y/o muertos por una cruel guerra civil.

"Papá Jacques organizaba partidos de fútbol en todo el país para nosotros los muchachos. Pagó nuestros gastos de escolaridad y siempre estaba dispuesto a ayudarnos", dijo Alimamy Bundy, un centrocampista de un equipo dirigido por Montouroy. Ismael Koroma, quien juega de defensa en el mismo equipo, dijo: "Papá Jaime era como un padre para mí."

Cuando sus allegados fueron a empacar sus pertenencias, encontraron su casa casi vacía a excepción de una cama y algunas piezas de mobiliario. Los colegas dicen que destinó casi todo su sueldo para el bien de sus muchachos. Les compraba botines, uniformes y hasta llegó a pagar los vuelos al extranjero de sus jugadores.

Entre los cientos de dolientes había decenas de jóvenes vestidos con uniformes de fútbol. Llorando, llevaron su ataúd al estadio nacional de fútbol, dando la despedida a un gran ser humano, a un santo del siglo XXI. ¡África siempre te estará agradecido Papá Jacques!

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